Para que una caja de galletas danesas siga costando 3 euros en el supermercado, podría ser necesario que Dinamarca aceptase su entrada en el euro. ¿La seguiría comprando por 5 euros?
Ese es el gran problema que tiene el sector exportador: su gran dependencia del tipo de cambio. Dinamarca es un país pequeño y con una gran integración económica con la eurozona y con los países nórdicos. Una situación que llevó a sus autoridades monetarias y políticas a decidir que la mejor estrategia era unir su divisa al nuevo proyecto de la Unión Europea desde los años 70, primero vinculada al marco y desde 1999, al euro. Dinamarca es el único país que queda dentro del Mecanismo Europeo de Tipos de Cambio II, que los países suelen emplear como trampolín para su entrada en el euro, pero que Copenhague rechazó en un doble referéndum en 1993 y 2000.