Ecoaula

La tecnología educativa ineficiente cuesta 131 euros por estudiante

  • Un estudio demuestra la relación entre las notas y el uso de tecnología

Noelia García
Madrid,

Existe una creciente necesidad de implementar innovaciones tecnológicas en los procesos y datos educativos para permitir mejores planes de decisión, una mayor capacidad de respuesta a las demandas de los clientes, un mejor diseño y calidad de los productos y tiempos de respuesta más rápidos.

Es por ello por lo que se ha dado un impulso al crecimiento del mercado de tecnología educativa. De hecho, las pedagogías que utilizan tecnología centrada en el alumno tienen resultados en las notas más positivos que los que se centran en las evaluaciones. Así, por ejemplo, el estudio de Smart Technologies, que se basa en una encuesta realizada a responsables de escuelas de diferentes países, destaca que un mayor nivel de desarrollo de estrategias tecnológicas está vinculado con mejores calificaciones en los exámenes del alumnado, clasificaciones de la escuela y satisfacción del profesorado y con una mayor preparación laboral y competencia digital de los estudiantes.

En este sentido, destaca el hecho de que la puntuación promedio de competencias en tecnologías educativas en España es de 61,98 sobre 100, un poco por debajo de la media encuestada, que es de 63,03. España se sitúa, pues, por debajo de países como Estados Unidos y China (67,57), pero por encima de otros como Alemania (61,53) o Inglaterra (61,5). A la cola de este estudio está Países Bajos, con una puntuación de 59,99.

El informe también revela que la evaluación de la tecnología y la eficacia de la implementación, el plan estratégico y la visión del liderazgo y consenso directivo son las tres competencias que más impacto tienen en los resultados. Además, destaca que el coste total de oportunidad de una implementación inefectiva de tecnología educativa en España puede llegar a los 131 euros por estudiante, lo que, para una escuela de 500 alumnos, puede suponer un coste de hasta 65.500 euros.

Los actores principales en el mercado mundial de tecnología educativa (edtech) y smart classrooms son IBM, Blackboard, Discovery Communication, HP, Dell, Microsoft, Cisco Systems Inc, Jenzabar, Apple, Dynavox Mayer-Johnson, Promethean, Smart Technologies, Toshiba, Saba, Fujitsu Limited, Panasonic y Lenovo, que desarrollan nuevos servicios educativos, productos conectados y servicios con conectividad, movilidad, análisis y soluciones en la nube altamente seguras.

Uso de portátiles

El informe Fomentar la exploración y la excelencia en las escuelas del siglo XXI, publicado por The Economist Intelligence Unit y Google for Education, ha encuestado a 1.200 docentes en 16 países, y ha encontrado que las ordenadores portátiles todavía ayudan a enseñar mejor que cualquier otra forma de tecnología.

El estudio destaca la necesidad de que los maestros usen una variedad de estrategias para ayudar a los niños a aprender las habilidades sociales y de que tengan autonomía en la forma en que enseñan. También señala que el papel más importante de la tecnología es ayudar a los estudiantes a participar en el aprendizaje y alerta contra las restricciones presupuestarias, que –afirma– impide la adopción de nuevas estrategias y tecnologías de enseñanza.

A medida que las tareas rutinarias son reemplazadas por la automatización, los trabajos del siglo XXI tendrán demandas muy diferentes, lo que subraya la necesidad de preparar a los niños de hoy para un mundo diferente al de las generaciones anteriores y entender desde dentro la tecnología. No obstante, las "alfabetizaciones fundamentales", como las matemáticas, las ciencias y la lectura siguen siendo importantes para preparar a los estudiantes.

Los nativos digitales dominan competencias tecnológicas más fácilmente que sus predecesores. Pero no por ello su vocación es la de estar laboralmente próximos a esa tecnología. Hoy, las organizaciones tienen problemas para encontrar personal cualificado en tecnologías como internet de las cosas, intent-based networking o ciberseguridad. Ello constituye un freno para la transformación digital, sobre todo en España.