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Los mayores no se cansan de estudiar

  • Dar clase a personas que han superado los cuarenta, cincuenta, sesenta o más años es todo un reto

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Madrid,

Marzo 2020: las universidades cierran sus puertas y se ven obligadas a cambiar. No todas están preparadas. Por muy duchos que unos y otros puedan ser en el uso de Internet y de las redes sociales, la repentina aparición de plataformas de cuyos nombres no quiero acordarme hunde en el pánico a muchos docentes y alumnos. Entre estos últimos, hay un tipo casi invisible y por ende muy poco conocido, un tipo que no deja de sorprender y provocar a un mundo académico aturdido por el tsunami de los rankings de calidad, de los artículos de impacto y de las exigencias cambiantes del dios mercado. Me refiero al que, en aras de una anglofilia cansina, suelen denominarse alumno.

Senior queda más trendy que mayor porque vivimos en un mundo en que el sentido de las palabras suele ignorarse: senior, en latín (con perdón), significa "más viejo", mientras que maior, de nuevo en latín (de nuevo con perdón), significa "más grande". Llevo veinte años trabajando en la Universidad de Mayores de la Universidad Pontificia Comillas y puedo dar fe de que nuestros alumnos no son en absoluto "más viejos" que cualquiera de los iuniores, es decir, de los "más jóvenes", con los que comparten pasillos, aulas, bibliotecas y cafeterías. Al contrario, su interés, su seriedad, su preparación y su alegría sí que tienen mucho de "más grande".

Dar clase a personas que han superado los cuarenta, cincuenta, sesenta o más años es todo un reto: la Universidad de Mayores es el único lugar en que he visto con mis propios ojos a una docente darse de baja por las exigencias supuestamente excesivas de sus discentes. Quede dicho esto para los ilustrados que miran sonriendo a nuestros alumnos. Lo cierto es que explicar los recovecos de la geopolítica a un hombre que ha sido embajador de España o los misterios del infinito a una mujer que ha sido catedrática de Matemáticas no es una experiencia habitual para ningún docente.

¿Qué sucede entonces en el mes de marzo de 2020? ¿Los mayores se retiran a la soledad de sus casas, incapaces de encender siquiera un ordenador? ¿Piden ayuda a sus hijos o a sus nietos para saber por qué razón en la pantalla no aparece la imagen deseada? Nada más lejos de la realidad. El titular es muy diferente. El año académico que está a punto de terminar ha demostrado, una vez más, que los mayores no están en nuestras aulas sólo para entrenar sus neuronas (en este sentido, también los iuniores están en las aulas para entrenar sus neuronas) ni sólo con la esperanza de socializar y encontrar a amigos o parejas (en ese sentido, también los iuniores están en las aulas con la esperanza de socializar y encontrar a amigos o parejas), sino para contribuir a que la universidad, sencillamente, crezca.

Vayamos a los hechos… Primera semana: los delegados de cada curso reciben instrucciones acerca del uso de la plataforma informática, se ponen en contacto con sus compañeros y con sus profesores (a su vez necesitados en muchos casos de clases particulares…) y, con serena determinación, dejan listo todo lo necesario para recibir su primera clase online. ¿Ningún problema técnico? ¿Todo sobre ruedas? Claro que no, pero… con los iuniores las cosas no han sido en ningún momento más sencillas.

Segunda semana: al echar en falta actividades habituales como visitas a museos, excursiones, paseos por la sierra, asistencia a conciertos u obras de teatro (por no decir nada de comidas, cenas y fiestas, precisamente como los iuniores, pero sin botellón), nuestros alumnos, a través de su asociación, empiezan a organizar encuentros a distancia, no sólo a nivel interno, sino también en colaboración con las asociaciones de otras universidades reunidas en una confederación nacional de enorme potencialidad. Desde entonces, hemos vivido en un auténtico hervidero de iniciativas, que siguen en pie y que están destinadas a crecer. Si la experiencia, cualquier experiencia, es un grado, es indudable que la experiencia de los alumnos mayores es un semillero que las universidades no pueden dejar escapar, si quieren seguir viviendo, incluso desde un punto de vista simplemente económico. Se habla mucho de lifelong learning, de aprendizaje a lo largo de toda la vida: es una perogrullada, porque quienquiera que se haya dedicado seriamente a una labor sabe que no se termina nunca de aprender. Sin embargo, es una perogrullada que corremos el riesgo de olvidar. Y sería peligroso.

Elaborado por Angelo Valastro Canale. Director de la Universidad de Mayores de la Universidad Pontificia Comillas