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Universidad, que hablen de ella, aunque sea bien
- La universidad era invisible para gran parte o la totalidad de la ciudadanía
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Madrid,
Tras décadas de irrelevancia, en los últimos años se ha vuelto a hablar de universidad. De una absoluta inexistencia en los medios, se ha pasado a las portadas de los periódicos, a generar interés en medios y en las redes sociales. Algo que existe desde hace más de ochocientos años se había convertido en ese "mueble" que siempre está en su lugar y en el que nunca reparas al moverte por la casa. La universidad era invisible para gran parte o la totalidad de la ciudadanía y solo interesaba a los que trabajamos en ella, que lamentábamos su irrelevancia, o a los que temporalmente cursaban allí sus estudios. La mala noticia es que ha ganado relevancia para evidenciar las mejoras pendientes, mostrar malas prácticas y el descuido de uno de los pilares del progreso económico y social de los últimos siglos. Ahora se habla de universidad, pero pocas veces para bien de la institución.
De lo poco bueno que se ha hablado es de su sorprendente capacidad de adaptación digital para sortear el confinamiento en los duros meses de marzo a junio de 2020. Con las normales sombras de un paso a la docencia remota no prevista, se destaca cada vez más el esfuerzo de estudiantes, profesores y demás profesionales universitarios por mantener la actividad formativa en una España confinada y asustada. Y de aquella experiencia se ha llegado a la aprobación de modelos híbridos docentes y a valorar las ventajas de la enseñanza online, hasta entonces excluyente de la actividad presencial y sospechosa de rebajar la calidad de la enseñanza. Se dio un primer paso impulsado por la necesidad y ahora vamos caminando por la transformación digital con mayor conciencia de su obligatoriedad, aunque con velocidades dispares.
Habría sido un gran avance para la universidad ganar relevancia social por esa aportación voluntariosa, pero la realidad nos traslada a una serie de noticias desagradables y desfavorecedoras sobre el mundo universitario. Procesos turbios y oscuros en el logro de titulaciones oficiales, evidencias de la descoordinación que genera la convivencia autonómica con el gobierno central en materia de competencias universitarias, reivindicaciones estudiantiles de exámenes online no atendidos y evidencias de irregularidades, e incluso imposibilidad de mantener las condiciones necesarias para examinarse o realizar trabajos en remoto. Eso por mencionar algunas de las que más atención mediática han generado, acostumbrándonos a ver asociados a lo universitario términos como plagio, falso u obsoleto.
Sería fácil y ventajista ampararnos en la mayor atención que generan los escándalos respecto de la ausencia de los mismos, o esgrimir la existencia del garbanzo negro en una generalidad marrón. Pero las evidencias de estos casos hablan de una institución necesitada de la modernización de sus procesos, anclada en viejas costumbres que en ocasiones son garantes de excelencia y sana tradición, pero que en otras son solo generadoras de insanas prácticas superadas en el resto de planos sociales.
La universidad debe ganar en transparencia, afrontar la transformación digital urgentemente y sin titubeos, alejarse de la política, que impide preservar las bondades del rumbo fijo que necesita la formación y debe afrontar con mayor valentía la necesidad de cambiar. En caso contrario, seguirá generando interés solo por nuevos escándalos, que contribuirán a deteriorar la imagen de la institución que ha posibilitado generar y acceder al conocimiento ordenado, establecer procesos para la investigación, trasladar la tecnología a nuestra vida cotidiana y divulgar, sobre todo divulgar, que nada nos ha hecho más libres.
Elaborado por el Prof. Dr. Fernando Tomé, Vicerrector de estudiantes y empleabilidad de la Universidad Nebrija