Ecoaula

El profesor post-pandemia del siglo XX1

  • Los centros educativos de primaria y secundaria deben mejorar en algunos aspectos

Ecoaula.es
Madrid,

La COVID-19 nos ha puesto delante de los ojos algunas situaciones ante las que la sociedad del bienestar nos había adormecido para poder afrontarlas adecuadamente: el aislamiento, la enfermedad, la soledad, la pobreza, la muerte… Entonces puede surgirnos espontáneamente una pregunta: ¿por qué este miedo ante la nueva realidad, este desasosiego frente a la incertidumbre? Y a continuación podemos preguntarnos: ¿nos han educado para afrontar las cuestiones más relevantes y acuciantes de la vida? Y finalmente, ¿quién debería habernos formado en estas cuestiones, la familia, la escuela, el profesor de filosofía, los profesores en general?

La pandemia ha puesto de manifiesto la importancia de la escuela y de sus profesores, pero también sus límites y sus dificultades. Estamos aprendiendo que pasar de una situación de enseñanza-aprendizaje presencial a un contexto online no es tan sencillo y no se resuelve dotando a estudiantes y profesores con tabletas y conexión a internet. Esto es especialmente importante en contextos desfavorecidos, en los que los problemas se multiplican, entre otras razones, por la formación de los progenitores y su capacidad para ayudar e implicarse con los menores y por el menor espacio disponible en el hogar y la adecuación del mismo para seguir la enseñanza online y realizar las tareas de aprendizaje.

Los centros educativos de primaria y secundaria deben mejorar en algunos aspectos: en primer lugar, en un liderazgo decidido del equipo directivo para conseguir unos objetivos propios, compartidos por el claustro de profesores, bien definidos en la visión y misión del centro (algo que raramente encontramos en los centros para marcar su carácter diferencial y facilitar la elección de los padres). Este liderazgo implica una capacidad de organización rápida y eficiente para dar respuesta a retos como el actual. En segundo lugar, un líder escolar de hoy debería dirigir sus esfuerzos hacia la educación integral de todos los estudiantes (whole child development), algo que no puede ser un simple discurso manido, sino un enfoque educativo compartido por el claustro de profesores, que suponga un cambio de dinámica en cómo y qué se enseña y en cómo y qué se evalúa. La educación integral implica la atención a las todas las dimensiones de la persona, además de la cognitiva (dimensiones social, emocional, estético-artística, corporal y ético-espiritual). Es precisamente la evaluación de los aprendizajes uno de los aspectos que se están revelando como más problemáticos durante la pandemia, y esto afecta también a la Universidad, pero dejo para este nivel las líneas finales del artículo. Es precisamente en la evaluación donde vemos lo que es verdaderamente importante en el enfoque curricular de un centro educativo. Si decimos que lo emocional, lo social, lo ético… es importante, esto tiene que tener sus implicaciones en la evaluación de los estudiantes. Además, con la evaluación a distancia nos damos cuenta de que no es viable un examen memorístico, porque no podemos controlar la "picaresca". Pero la razón no debe ser esta, sino pensar en una evaluación en términos de adquisición de competencias, una evaluación verdaderamente formativa que atienda precisamente la integralidad de la persona. Esto exige del profesor una mayor creatividad en la evaluación, para lo que es indispensable incluirlo en los planes de formación de maestros.

Finalmente, unas palabras para la Universidad que, repentinamente, se ha convertido en una universidad online o semipresencial. Algunos, entre ellos el Ministro, no se han dado cuenta de que ya contábamos en España con una gran Universidad pública semipresencial y online (que pronto cumplirá 50 años), la UNED, la universidad más grande del país, la única con sus centros a lo largo de todo el territorio nacional, también en esa España vaciada, y en el extranjero. Al igual que sucede en los centros educativos no universitarios, cambiar lo presencial por lo no presencial no es solo cuestión de poner una cámara delante del profesor. El futuro de la Universidad, en mi opinión, está en la semipresencialidad y en la enseñanza y la evaluación por competencias. Esto exige un cambio tanto en el diseño de las asignaturas como en la mentalidad del profesorado y de los estudiantes. La responsabilidad de estos últimos también es grande; tienen la responsabilidad y la oportunidad de ser protagonistas de su aprendizaje, pero es fácil acomodarse hasta preferir un sistema en el que la mítica regurgitación de contenidos aplaque el esfuerzo, la motivación y la creatividad en el apasionante mundo del aprendizaje.

Elaborado por Arturo Galán, Catedrático de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación, Decano de la Facultad de Educación de la UNED y Director de la revista EducaciónXX1