Desastres naturales
Centenares de familias son desalojadas para evitar más tragedias en Río
Los aguaceros que la semana pasada castigaron el estado de Río de Janeiro han dejado un balance parcial de 229 muertos, por lo que las autoridades decidieron intervenir y derribar las viviendas en zonas de riesgo con el fin de evitar más tragedias.
En la favela del cerro de Urubú, vecinos, amigos y operarios de la Alcaldía ayudaban hoy a vaciar las casas de los residentes antes de la llegada de las excavadoras.
Muebles, electrodomésticos, pero también bolsas de plástico llenas de ropa y objetos personales se acumulan en la entrada de las casas, a la espera de que alguien ayude a llevarlas hasta los camiones de transporte.
No todas las viviendas del Urubú corren peligro de ser arrastradas por los derrumbes, pero algunas serán derribadas igualmente para facilitar el trabajo de las máquinas.
Es el caso de María Luisa, de 51 años, quien vive en el Urubú desde que nació y sostiene que su casa es segura y puede soportar cualquier inundación. "Ya resistió las inundaciones de los años sesenta, donde murió mucha más gente", señala.
El gobierno regional estipuló una ayuda de 400 reales mensuales (unos 230 dólares) para ayudar a las familias a pagar el alquiler de sus nuevas casas, mientras se construyen nuevas viviendas en el centro de la ciudad.
El alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, anunció ayer la construcción de 2.000 viviendas en los terrenos de la antigua prisión de Frei Caneca, que fue derribada el mes pasado.
La mujer sabe que no puede hacer nada para salvar su casa y se resigna a aceptar las condiciones que le ofrece la Alcaldía. "No sé si esto es para bien. Solo podré responder a eso cuando estemos viviendo allí", comenta afligida.
Vecinos y residentes, algunos cuyas casas ya han sido derribadas, observan cómo las excavadoras avanzan y tiran al suelo una vivienda tras otra. Son escenas de nerviosismo y mucha tristeza.
Una mujer mayor cayó desmayada al ver cómo el barrio donde siempre ha vivido va desapareciendo poco a poco, mientras los más pequeños se toman esta mudanza forzada como un juego.
"Pagué esta casa trabajando duro, limpiando casas, y en un día desaparece", se lamentó Ledir, de 61 años, que no deja de llorar mientras contempla el panorama.
"Ahora mismo mi consuelo sería tomar un baño y comer, ¡y no puedo!", se queja, y añade que no quiere irse del barrio, pero que tampoco tiene elección. "Es demasiado triste, no sé cómo explicarlo", expresa.
En total, ocho favelas de la ciudad de Río de Janeiro serán intervenidas y unas 4.000 familias serán obligadas a abandonar sus casas.
Se calcula que en Río de Janeiro hay 10.000 viviendas construidas en las llamadas "zonas de riesgo geológico", como en las laderas de los cerros, y la Alcaldía pretende desalojarlas a todas antes de 2012.
Mientras tanto, en el Morro do Bumba, en la vecina ciudad de Niteroi, los bomberos buscaban hoy por quinto día consecutivo a posibles víctimas del derrumbe de un barrio construido sobre un antiguo vertedero, pues creen que todavía puede haber más de un centenar de personas sepultadas en el lugar.