Jaime Sanjuan, el artista clásico que encumbra la ilustración mundial pintando con los dedos
- Es el tercer premio consecutivo de primera categoría que recibe
- Sus ilustraciones encierran leyendas y figuras que emergen de sueños
Patricia C. Serrano
Jaime Sanjuan (Zaragoza, 1981), uno de los más reconocidos ilustradores a nivel internacional, ha vuelto a situarse en la cumbre de esta disciplina artística tras recibir el premio Latin American Illustration, que elige la mejor obra entre artistas de todos los países latinoamericanos y España.
El galardón adquiere un valor significativo porque es el tercero consecutivo de primera categoría que distingue al artista zaragozano, que ya había recibido el Comunicación Arts (2015) y el American Illustration (2016).
Quien se autodefine como "pintor de formación clásica" apostó, sin embargo, por pintar con los dedos sobre la pantalla de un iPad, dando un giro a las técnicas de la ilustración digital. Asegura en declaraciones al Heraldo de Aragón que le llevó un tiempo pulir su método para restar la frialdad intrínseca de esta disciplina y dotar a su expresión artística de un estilo propio. Lo ha conseguido con creces.
En esta ocasión, ha sido su ilustración Vanitas, para la que ha empleado unas 150 horas -elabora entre 12 y 15 de esta categoría cada año-, la que ha vuelto a dispararle al firmamento de este arte. Una obra en la que la vida y la muerte quedan entrelazadas y bajo el ordenamiento del azar.
Jaime Sanjuan trabaja desde un primer boceto, ampliando zonas ínfimas y dotándolas de detalles y precisión con sus propios dedos sobre la pantalla, como él mismo muestra en sorprendentes vídeos desde su página web.
Realismo, surrealismo e ironía
Sus obras parten de un estilo hiperrealista, que coquetea con lo fotográfico, pero se completan con detalles y señales que indican que es el sueño el que gana la partida en la imagen. El mago Sanjuan prefiere revelar el truco para romper la confusión inicial del observador y llevarla a otro nivel. Con este fin, sus motivos suelen deshacerse en salpicaduras de pintura, que quiebran el efecto fotográfico y nos recuerdan que estamos ante una ficción.
Así, sus ilustraciones encierran leyendas, historias y figuras que parecen emerger de mundos oníricos; sus personajes y motivos se esconden entre las sombras de la composición o esperan a ser descubiertos por el observador más meticuloso en una esquina menos privilegiada en la obra. La naturaleza y los animales adquieren un protagonismo fundamental en muchas de sus imágenes, auspiciados por un halo místico, como si el artista los prefiriera a los humanos para contar sus historias, no exentas de ironía en ocasiones.
También son muy destacables sus bodegones reinterpretados, con desayunos apetecibles, zumos partidos por la mitad y cientos de reflejos sobre la loza y el cristal.