'Platero y yo', la obra que Juan Ramón Jiménez repudiaba
"Platero es un burro pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Come de todo y los del pueblo dicen que tiene acero". Así comienza Platero y yo, el libro del Premio Nobel español Juan Ramón Jiménez, que pese a todo no terminó de convencer a su autor.
Según la biografía de Juan Ramón Jiménez, la salida de Platero y yo a la luz no estuvo exenta de controversia: en primer lugar, 1914 no era el año que el escritor tenía previsto para su publicación, en realidad ni siquiera había pensado en ello, pues estaba traduciendo junto con Zenobia, su esposa, a Rabindranath Tagore.
Y una vez tuvo en sus manos el ejemplar ya impreso, no dejó de expresar su desacuerdo con la portada del libro, a lo que hay que añadir que siempre sostuvo que él no había escrito ese libro para los niños y sin embargo acabó convirtiéndose en una obra leída mayoritariamente por ellos.
Además, según recoge la Fundación Zenobia, le disgustó la primera edición, de 63 capítulos, porque "estaba descuidada". Reconoció más adelante que ninguna de las páginas de Platero le llevaron más de 10 minutos. El poeta renegó de las ilustraciones que acompañaban su texto.
También intentó cambiar el libro en sus apuntes. Así, el escritor lo llamó Platero revivido, Platero residente, Platero (sin yo), Otra vida de Platero...
Sobre el contenido
Platero y yo es la tercera obra más traducida a diferentes idiomas y lenguajes del mundo después de la Biblia y El Quijote. Es además referente entre las escuelas de todo el mundo, de tal forma que para muchos alumnos y alumnas, las imágenes, las palabras y todo ese universo escolar al que ha dado lugar el texto de Juan Ramón Jiménez, forma parte ya de la memoria sentimental escolar.
En el libro, el escritor de Moguer se extasia ante el paisaje y cuenta lo que no le parece bien (corrida de toros, peleas de gallos, las aglomeraciones, las procesiones, etc.). Registra el dolor, la muerte, la violencia, y no oculta la realidad por más que registre la belleza.