Cultura

Ninón Sevilla: la diosa rumbera

    En la imagen una joven Ninón Sevilla.


    Me la imaginaba de niña, flaca, bocona y mataperra -como era yo- desandando en los bajos fondos de La Habana Vieja; pero no, parece que era más bien tranquila, una soñadora que paseaba en batas domingueras por la Avenida de las Misiones, de la mano de su tía, o de su abuela.

    Soñadora -también como yo- que me despetroncaba en una chivichana cuando me lanzaba a toda velocidad por la Loma del Ángel, e iba pensando en las musarañas, entonces terminaba incrustada en un guardacantón. Née Emelia Pérez Castellanos nació en La Habana, un 10 de noviembre del 1926, de niña quería ser monja, como todas las cabareteras. Yo, de niña quería ser cabaretera, y devine escritora, que es como ser monja, porque la literatura es un sacerdocio.

    Esta entrevista la hago gracias a July del Río (vedette cubana residente en Miami), que me facilita la conexión con una de las mujeres que más admiro por su arte, la actriz, cantante y rumbera, diva en una palabra: Ninón Sevilla. La llamo por teléfono, a México, donde reside desde el año 1946. Son las dos de la madrugada en París. Responde Ninón, hasta hace un rato estuve viéndola bailar en Yambao, y nadar enteramente desnuda en un río en el medio del campo cubano, en la misma cinta.

    ¿Por qué se llama usted Ninón Sevilla?

    Admiraba mucho a Ninón de Lenclos o de Lanclos.

    Ninón de Lenclos o de Lanclos era una escritora. Aunque no se les denominaba así en aquella época. Se decía mujer de letras. También se dedicaba a las ciencias. Era una cortesana, coleccionaba amantes, la llamaron Notre Dame des Amours (Nuestra Señora de los Amores). Fue amiga de Molière y se ocupó de corregir la última versión de Tartuffe a pedido del dramaturgo. La Lenclos llevaba un célebre Salón diario en París, llamado del Cinq à Neuf (De cinco a nueve) en el Hotel de Sagonnes, en el 36, rue de Tournelles, cerca de mi casa. Fue una mujer cultivada de espíritu, de corazón, apasionada, que le daba una inmensa importancia a la libertad y a la independencia femenina.

    Pero esta Ninón a la que ya empiezo a entrevistar se comporta más bien tímidamente -igual que yo-, tengo que sacarle las palabras, provocarla, aunque no se deja, se me resiste. Nadie diría que se trata de esa mujer, a la que acabo de ver en la pantalla, que bailaba la rumba de manera desenfrenada: la pelvis, delirante, golpeaba hacia el frente, las caderas repiqueteaban hacia los lados, en ritmo galopante; los hombros fogosos, los brazos majaderos, los ojazos pícaros, la boca sensualmente abierta, la risa que encandilaba, la lengua acariciaba con la punta los sedosos labios, la melena rubia bien peinada, y revuelta luego en el cabeceo telúrico del guaguancó.

    Acaba de recibir un premio en el país que la acogió con los brazos abiertos:

    ¿Cómo le fue con los premios, con la Diosa de Plata que recién le otorgaron?

    Muy bonito, este país me quiere mucho. El teatro entero me aplaudió de pie. Este pueblo me quiere. Y yo a él.

    No sólo México la quiere, el mundo entero la adora. Aquí en Francia, en el año 1952 fue la heredera de Marlene Dietrich. Los franceses la consagraron como la mujer de las piernas más bellas del mundo.

    Sí, también Truffaut dijo unas palabras muy hermosas sobre mí.

    François Truffaut afirmó, si mal no recuerdo: "Ninón Sevilla no baila para la gloria, baila para el placer".

    Sí, eso mismo dijo. Tuve muy lindas crónicas de allá, me pusieron muy contenta. También recibí homenajes, incluso en Cannes.

    Edith Piaf declaró en México que usted era una de sus actrices preferidas.

    Sí, Edith Piaf fue muy amable conmigo.

    ¿La conoció personalmente?

    Sí, cómo no. Yo la había visto en su show, cuando yo iba a Nueva York, pero cuando ella vino por primera vez a México le preguntaron: "Madame, ¿qué quiere conocer de México?" Respondió: "A Ninón Sevilla".

    Entonces la vio, conversó con ella?

    Cómo no, me recibió en su camerino y todo. Muy linda, Edith Piaf.

    ¿Qué recuerdos tiene de su infancia, Ninón?

    Pues nada, viví una infancia normal, muy calmada, muy querida por mi abuelita.

    ¿Y bailaba ya de niña?

    No, primero quise ser monja. Hubiera acabado con el convento. (Carcajadas).

    En el convento hubiera puesto usted a bailar a todo el mundo.

    Bueno, sí, como mismo puse a bailar a todo el mundo aquí en México. Fui la primera en llegar, traje a todo el mundo. Traje a Pérez Prado, puse a todo el mundo a bailar mambo, porque fui la que estrenó mundialmente ese ritmo. En el convento hubiese puesto de moda el mambo, o mejor, la rumba.

    Ya me explicó lo del origen de su nombre artístico, pero ¿por qué precisamente un nombre francés?

    Me gustaba esa Ninón de Lanclos, como ya le dije. Además de que se usaban los nombres franceses en escena, para no usar los nombres de uno, los verdaderos. Ninón de Lanclos fue una mujer brillante, muy bella, y hasta el propio hijo se enamoró de ella. Escribió para el teatro, hizo teatro.

    Pues mire usted, yo que de niña quería ser rumbera, era mi sueño, no pude lograrlo

    No me digas, qué linda. La rumba estuvo de moda, como siempre.

    Como usted, que siempre está de moda. ¿Con qué personalidades de su carrera estuvo más ligada, cuáles fueron de su preferencia? ¿Con cuáles tuvo mayor entendimiento, a quiénes quiso más?

    Mira, te hablo con mi corazón, yo me llevé y me llevo bien con todo el mundo. Quise a todos mis compañeros de trabajo en todos los países en los que he estado. Es decir, que puse el nombre de Cuba muy alto. Y a todos los llevo en mi corazón.

    ¿Cómo era La Habana en la que usted vivió?

    Ah, fabulosa. ¡Ese Paseo del Prado todo iluminado! Yo me crié en La Habana Vieja, en la Avenida de las Misiones, frente al Palacio Presidencial, todo encendido. Y nací en Merced, esquina Habana. Era vecina de Cecilia Valdés (risas).

    Era una Habana maravillosa

    Era una Habana preciosa, muy alegre. Ese Malecón, ese cielo de Cuba. Puro oxígeno.

    ¿Y de los artistas internacionales, de Joan Crawford, por ejemplo, tiene alguna anécdota? O de Miroslava Stern, quien fue muy amiga suya?

    Ambas muy amigas. Miroslava fue una grandísima amiga, y hasta el último momento estuve con ella. Era una mujer de gran sensibilidad, un ser humano extraordinario, una amiga, repito y subrayo. Comía en casa, y cuando se fue a España me escribía, cómo no.

    Me dice July del Río que es usted una persona muy generosa, que ha ayudado a muchas personas.

    He ayudado mucho. Pérez Prado se hizo famoso porque yo lo traje a México, y después en el cine interpreté los ritmos suyos. Cuando me puse a bailar chachachá fue porque traje a la Orquesta América, y en el cine también introduje esos ritmos, que nunca antes se habían visto. Sólo se conocía la rumba. Traje ritmos inéditos, como son la conga, el merengue, que ahora es que se bailan masivamente. Pero ya yo los había bailado en el cine. En Brasil era la taquillera número uno.

    Y aquí en Francia, lo he leído en la prensa: le han dado muchos homenajes. Yo, con mucho cariño, he visto casi todas sus películas, me gustan muchísimo, son de una belleza, y de un despliegue de encantamiento. Usted era una rompedora, con una sensualidad desmedida.

    Sensualidad, sí, figúrate, para esa época era muy fuerte aquella historia. Eran películas muy rompedoras.

    Hay una película que me toca especialmente, que es Yambao. A nosotros nos dijeron que ese tipo de película, con actores negros, nunca había existido en la isla.

    Pues la hice en Cuba, y se hizo en español y en inglés. A colores, fue un impacto.

    Hay momentos de extrema audacia, como ese del río donde usted se baña y nada desnuda.

    Sí, fue así. Muy desnuda, desnudísima.

    Aparecen en ella Merceditas Valdés, Martha Jean-Claude.

    También muy amigas mías. Estaban, además, Elena Burke y Olga Guillot. Con ella hice Zarzuela, 1900, en España.

    También hay otro momento especial, que es el de la danza con los cuchillos, de una energía tremenda.

    Ese ritmo, en Cuba se llama columbia, pero nada más fuimos dos las que lo bailamos. El creador se llamaba Chamba, era un vendedor de periódicos. Fui yo quien más lo bailó, quien dio a conocer el ritmo.

    Esa película, por supuesto, se exhibió en el mundo entero. En Cuba, después del '59 no se volvió a ver en los cines, porque como se decía que los negros no se veían en las pantallas antes de la revolución.

    Pero Cuba se quedó con todo ese cine, con todo el material del cine mexicano que se hizo allí. No sé por qué no lo pusieron. Todo ese material estaba allí, ellos heredaron todo lo de la distribuidora PerMex.

    Hay algo que siempre me ha impresionado, la manera suya de preparar los personajes: los prepara usted con una cierta ligereza premeditada, que pareciera ligereza, pero no lo es. Usted no se encabrita con los personajes. ¿Está trabajando ahora?

    Estoy trabajando en una telenovela: Central de Abasto. Como Marlene Dietrich, trabajaré hasta el final. A Marlene Dietrich también la conocí personalmente, en Los Ángeles, en Beverly Hills. Después nos vimos aquí, cuando ella vino a hacer shows en México.

    Me da muchísima alegría que esté trabajando. La vi bailar hace unos minutos, en YouTube, en el año 2000. Aunque, por el contrario, me da mucha pena no haber tenido una vida con usted, viéndola a usted bailar.

    Ustedes, ah, la juventud, las cosas extrañas de la vida. No quisiera dejar de mencionar a una gloria de Cuba a la que quise tanto: Rita Montaner, mi amor. Trabajamos juntas en la película Víctima del pecado.

    ¿Cuál es su película preferida?

    Todas las hice con mucho amor.

    Pero debe de haber alguna que haya sido más difícil, sentimentalmente quizá.

    Mulata, que la hice con Pedro Armendáriz.

    Ha tenido partenaires maravillosos

    Hasta ahora, hasta hoy, gracias a Dios, todos fueron maravillosos, toco madera. Ayer mismo me estaban llamando porque como me acaban de dar la Diosa de Plata, pues eso ha creado expectativas nuevas. Me emocioné mucho con el premio, me costó un trabajo enorme llegar al escenario, con todo ese teatro de pie aplaudiendo.

    Sabe, llevo toda la noche emocionada.

    Ten confianza, soy muy natural, y sencilla, quiero a todo el mundo y la gente me quiere. No le hice mal a nadie. Sigo siendo muy cubana, te das cuenta, llevo muchos años fuera de Cuba.

    No le puede hacer mal a nadie alguien que sólo ha entregado alegría, belleza, baile, a través de su arte.

    Esta carrera es muy linda, muy noble, mi amor, porque te enseña, porque te tienes que graduar en la universidad de la vida. Entonces, conoces a mucha gente buena, pero también debes enfrentar la ingratitud, y cuando vienes a ver, han pasado los años, haces el recuento mientras miras al techo de la recámara y, te das cuenta.

    Es cierto, comprendo.

    ¿Cómo te va a ti en París?

    Bien, trabajo mucho, escribo, tengo planes, proyectos. Trato de dar lo mejor.

    Hay que luchar, mi vida, yo con mi trabajo intento dar lo que puedo, todo, todo. Es una lucha, pero ¡qué bonito es luchar! Y es muy agradecido. Los pueblos son los que hacen a los artistas. Me gustaría mucho que la gente de hoy en España supiera que me fue muy bien allí, que me dieron mucho cariño. La película Zarzuela, 1900 fue filmada en Barcelona.

    ¿Qué artistas vio en España?

    Muchísimos, mi vida, uuuhhh. A Sara, a la Flores, a todas. Soy del 10 de noviembre, Escorpión, igual que July del Río; no podía ser de otra manera, me da un intenso placer trabajar con todo tipo de actores y actrices, y conocerlos.

    Gracias, Ninón, muy agradecida de que me haya permitido entrevistarla.

    Gracias a ti, au revoir.

    Ninón Sevilla ríe, y su risa evoca su baile, festivo, luminoso, franco, y pleno de vida. Me despido de esta mujer que trabajó además con el inolvidable Agustín Lara, a quien Diego Rivera ardió en deseos de pintar.