Cine
Dirty Dancing, el misterio de una película de sexo que se convirtió en clásico
Patricia C. Serrano
Pongamos una oficina cualquiera con empleados trabajando y una televisión al fondo. Pongamos que, por casualidad, la cadena seleccionada está emitiendo Dirty Dancing, algo que sucede varias veces al año. Pongamos que la película se acerca al baile final. En ese momento, prácticamente la totalidad de trabajadoras que se encuentren cerca del aparato detendrán toda acción, todo tecleo, dejarán de buscar ese informe o esperarán para introducir la cifra en la calculadora para concentrarse en lo que pasa en la pantalla.
Suenan los primeros acordes de The Time of my Life, el tema principal de la cinta, y los rostros de esas voyeurs que han olvidado todo disimulo no tardan en dibujar una expresión adolescente de emoción y expectación. Exactamente como la primera vez que la vieron. Sin embargo, probablemente, y según la edad de cada una, ya no será la primera, ni la segunda. Ni siquiera la tercera.
Un empleado del género masculino que se percata de la singular situación, tras comprobar que no son imaginaciones suyas, espera respetuosamente el final de la escena para preguntar al aire: "¿Pero qué os pasa con esta película?"
La escena descrita es absolutamente real, aunque quien esto escribe prefiera dejar en suspenso en qué lugar de trabajo sucedía hace un par de años. Y justo porque fue real, resulta muy fácil imaginarla reproduciéndose en otras oficinas, o salas de estar, o cafeterías, o en un hospital. Con ligeras desviaciones, pero idéntica esencia.
¿Qué pasa con Dirty Dancing, una película con un guión de manual que sigue logrando encandilar a las mujeres de distintas generaciones? El 21 de agosto, en la celebración de su Día Mundial en memoria de la fecha en la que fue estrenada en Estados Unidos, analizamos el misterio de su incombustible éxito.
Una pulsión sexual
Las películas de baile, en general, gustan a las mujeres y no a los hombres. Flashdance, Footloose, Grease, Billy Elliot, Espera el último baile o incluso la más reciente y premiada El lado bueno de las cosas -el baile no es su tema principal pero sí funciona como un elemento sobre el que discurre la relación de los protagonistas-, son solo algunos ejemplos.
Se trata de películas etiquetadas como cintas románticas pero, en realidad, la auténtica pulsión que late en ellas es el sexo. "El baile es la proyección vertical de un deseo horizontal", según un dicho popular. Así las cosas, el sexo disfrazado de baile se erige como caballo ganador para las espectadoras, mientras que desconcierta al público del otro género.
Dirty Dancing no escapa a esa fórmula, y la enmarca en los límites de una 'dramedia' (híbrido de drama y comedia). Con una mezcla de manual de drama familiar, descubrimiento sexual y viaje iniciático con protagonista adolescente, la película estuvo rodeada del éxito desde su estreno, en 1987. Con una depurada técnica de rey Midas, todo lo que tocaba el título se convertía en oro: la historia en la gran pantalla gozó de un enorme respaldo en las taquillas internacionales, sus protagonistas saltaron al estrellato y el disco con su banda sonora, puesto a la venta el mismo día de su estreno, vendió millones de copias.
El mito queda cristalizado
Dirty Dancing y su baile final ya son un mito del cine, pese a que los críticos tuerzan la boca. Y nada mejor como el propio cine para confirmar este hecho incontestable. En Crazy Stupid Love (2011), comedia protagonizada por Steve Carell, Ryan Gosling y Emma Stone, la cinta de los 80 adquiere un estatus insuperable en una de las escenas más divertidas de la película.
En ella, Jacob Palmer, un seductor nato al que interpreta Gosling, revela a Hannah (Emma Stone), una chica con mucha personalidad y nada impresionable a la que pretende llevar a la cama, cuál es su truco infalible para doblegar la voluntad de una mujer. Palmer admite que recurre a Dirty Dancing y a su salto final para acelerar el clímax de seducción, y así se lo cuenta a una estupefacta Hannah:
Jacob Palmer: ¿Conoces el gran paso final de Dirty Dancing, cuando Patrick Swayze coge a Jennifer Grey?
Hannah: Sí.
JP: Puedo hacerlo.
Hannah: Vale.
JP: Les cuento a las chicas que puedo hacer ese paso. Pongo la canción, Time of my Life, hago el paso y entonces ellas siempre quieren acostarse conmigo.
Hannah: ¡Dios mío, es lo más ridículo que he escuchado nunca!
JP: Estoy de acuerdo. Pero siempre funciona.
Hannah: Conmigo no funcionaría.
(Comienza a sonar la música de Time of my Life y Palmer se coloca delante de Hannah, en posición para el salto final de Dirty Dancing, invitándola a probar).
Hannah: Esto es ridículo. No quiero hacerlo.
JP: Venga...
Hannah: Es más que ridículo.
JP: Vamos, ven y salta.
Hannah: No.
JP: Sí.
Hannah: No, gracias.
JP: Vamos...
Hannah: Gracias a Dios que estoy borracha... ¡Allá voy!
Efectivamente, el personaje que interpreta Emma Stone salta a los brazos de Ryan Gosling, que la levanta imitando la popular coreografía de Dirty Dancing mientras sigue sonando su tema principal. A los segundos, la chica desciende, lentamente, entre los brazos del chico, y algo parece haber cambiado en su rechazo inicial...
El guión de Dan Fugelman y la puesta en escena ideada por los directores de Crazy Stupid Love, Glenn Ficarra y John Requa, hicieron realidad en 2011 una fantasía romántica grabada en el imaginario de todas las mujeres que han visto Dirty Dancing desde 1987 -lo reconozcan o no-, confirmando el misterio indescifrable de su magnetismo en pleno siglo XXI y erigiéndola en un clásico que seguirá seduciendo a las adolescentes de medio mundo, de aquí a la eternidad.
¿Funcionaría el truco de Ryan Gosling en la vida real? Cada cual, que valore sus posibilidades de éxito -y sus habilidades corporales-. Lo que está claro es que Dirty Dancing es una película de sexo que seduce a todas las mujeres, y que los hombres han infravalorado en un error histórico. La esperanza queda.