Cataluña

Híper información insustancial

    Persona que le susurra a otra / Getty

    Juan Carlos Giménez-Salinas

    Las redes e internet han propiciado la entrada en nuestra intimidad, y de un modo permanente, de noticias de todo tipo sin que conozcamos a ciencia cierta su veracidad.

    Las redes e internet han propiciado la entrada en nuestra intimidad, y de un modo permanente, de noticias de todo tipo sin que conozcamos a ciencia cierta su veracidad. Noticias intrascendentes, nimias, entremezcladas con falsedades, publicidad encubierta, intentos de saltar a la fama o de manipular a la ciudadanía. Los medios de comunicación tradicionales, prensa, radio y TV, para intentar sobrevivir, se han sumado a la divulgación de noticias que más se asemejan a cotilleos, murmuraciones, chafardeo o chismorreo, para calificarlas con adjetivos populares.

    Nos hemos habituado a consultar nuestro móvil varias veces al día a la búsqueda de la gran noticia que puede ser trascendente para nuestro vivir cotidiano y nos encontramos con la divulgación de la frase estúpida del personajillo popular de la semana, el invento que transformará nuestras vidas el mes que viene y no está ni siquiera en la imaginación de su inventor, el cambio de imagen de un artista caduco o el color del vestido de la mujer objeto del deseo o del repudio de muchos.

    Miles de noticias diarias que se visualizan en el transporte público o en la parada del metro pero cuya actualidad no perdurará ni siquiera un par de horas.

    Me pregunto si la ansiedad por la noticia irrelevante es un hábito, una necesidad, un vicio o un ocupar los momentos de nuestra vida cotidiana en algo insustancial para poder sobreponernos a nuestra ansiedad vital y huir del peligro de encontrarnos a solas con nosotros mismos.

    Mucha información que asimilamos diariamente no es cultural, ni política, ni científica, es noticia que interesa que se propague a quien la proporciona. Quien la propaga la lleva a cabo por intereses publicitarios o bien egocéntricos o para manipular la orientación del pensamiento de la masa o bien para satisfacer una necesidad de ejercer el poder.

    Y nosotros acudimos al abrevadero de las redes para entretenernos en nuestros momentos de ocio creyendo que todo ello es un juego inocuo. Algunas mentes torticeras encargan a técnicos preparados para conseguir generar unos hábitos que nos obliguen a beber de las fuentes, inocentes en apariencia, para, en un momento dado y cuando la sociedad se halle habituada y la crítica adormecida, irradiar mensajes interesados, intentar doblegar voluntades y apaciguar rebeldías. Solamente la plena conciencia del sistema y la capacidad crítica nos liberará de este sutil adoctrinamiento.