Cataluña

La decadencia de Catalunya es un reflejo de su política

  • "CiU consiguió la hegemonía defendiendo un catalanismo moderado"
  • "Mas perseveró hasta que perdió la presidencia y su partido desapareció"
  • "Todo lo que queda de la historia política reciente está en manos de la CUP"
Artur Mas en la campaña de CiU para las elecciones catalanas de 2006

Juan Carlos Giménez-Salinas

Catalunya sufrió una gran crisis al fallecer Franco, que continuó con el gobierno de Suárez, pero inició su recuperación económica y moral con la llegada de Tarradellas. Con los diversos gobiernos de Pujol, consiguió una preponderancia política en España, al ser su partido, Convergència i Unió, imprescindible para la estabilidad de los diferentes gobiernos de Madrid, tanto del PSOE, como del PP.

En aquellos años, Convergència i Unió fue un gran partido, también en número de diputados, y esta hegemonía la consiguió defendiendo un catalanismo moderado que incorporó en su seno, desde la socialdemocracia al liberalismo, pasando por una derecha de la tierra.

En aquellos años, Catalunya consiguió grandes éxitos políticos, sociales y económicos. Pero, con el transcurso de los años, Pujol se hizo mayor y apareció su lento declive hasta dejar paso a Maragall, que para gobernar tuvo que arroparse en los comunistas y en Esquerra Republicana. Su primer gobierno fue brillante, aunque ya se comprobó desde el primer día- Carod Rovira, su vicepresidente, se entrevistó con ETA en Perpignan- que cada uno de los partidos del gobierno iba a su aire. Se percibió también que Catalunya poseía muchas voces y todas inconexas. El segundo gobierno tripartito derivó en un desastre y allí la izquierda tradicional inició su declive hasta hoy. Aquella izquierda será sustituida por Colau y Domènech.

Muy debilitada retornó Convergència i Unió al gobierno de la mano de Artur Mas; un hombre que se olvidó dónde había encontrado su partido su fortaleza durante tantos años y en lugar de intentar recuperar el centro y amalgamar las diferentes corrientes ideológicas genuinamente catalanas y moderadas, inició el camino de la radicalización independentista, considerándose el mesías llamado por la historia para convertir Catalunya en un Estado independiente. A pesar de conseguir grandes movilizaciones populares en favor de sus ideas, no percibió que una cosa eran los sentimientos y la otra los intereses de la ciudadanía. Artur Mas perseveró hasta que perdió la presidencia y su partido desapareció.

Hoy todo lo que queda de la historia política reciente de Catalunya está en manos de la CUP, partido con pensamiento extraparlamentario y antisistema, cuyo único deseo consiste en intentar forzar a las instituciones catalanas para que luchen desde la irracionalidad y la ilegalidad hacia la independencia. Así conseguirá sus anhelos, que consisten en generar una auténtica revolución social, política y judicial en Catalunya.