Grupo Labiana: "Que un ibuprofeno cueste menos que un café es un insulto al sector farmacéutico"
Iván Gutiérrez (Barcelona)
Labiana ha vivido una historia de idas y venidas. De crisis, fraude y pujanza. El fabricante de grageas, inyectables, cápsulas y jarabes para la industria veterinaria, farmacéutica y cosmética nació en Terrassa hace casi 60 años. En 2006 se declaró en concurso de acreedores cuando se destapó la mala gestión de dos de los directivos que habían comprado parte de la empresa en 2003. Fue entonces cuando llegó como gestor Manuel Ramos, que explica la fórmula para abandonar la bancarrota en 2016 haciendo frente a la deuda y aumentando su volumen de negocio.
¿Grupo Labiana ha sobrevivido a la crisis, al concurso, o al fraude?
Labiana ha sobrevivido a todo. Y aquí hay razones sectoriales y económicas. No todo depende de uno. Ser una empresa concursal pero farmacéutica ayuda, porque es un sector lleno de barreras: tanto de entrada, como de salida. Esto provoca que, cuando estás en concurso, no pierdas a los clientes tan rápidamente, porque existen unos trámites sanitarios y mover fabricación de un lugar a otro no es fácil. De hecho, las multinacionales prefieren comprar a la empresa en concurso, que sufrir una ruptura de stock. Labiana se vendió en 2003 a un fondo de capital riesgo sobre un business plan falsificado. Se valoró la empresa en lo que no valía, con objetivos que no se podían cumplir, y se produjo la hecatombe. Echaron al equipo directivo y se solicitó un concurso de acreedores.
Un año después les atropella la crisis mundial. ¿Cómo lo gestionaron?
La compañía se volvió a vender en sede concursal a un fondo holandés, y es cuando me incorporan a mí desde PwC como interno. Hay una cosa muy clara: todas las reestructuraciones cuestan dinero. Porque en España pasa lo que pasa, los bancos no financian a empresas en reestructuración. Somos de los pocos casos que, sin inversión de un accionista o dinero ajeno, ha sobrevivido. Y se ha hecho manejando flujos de caja, renegociando con los clientes para que compren las materias primas y nosotros solo cobrar el servicio. En 2009 vendimos una fábrica con lo que amortizamos parte de la deuda.
¿Cómo ve el sector y su confluencia con la Administración?
Lo veo dominado por las autoridades, y éstas tienen una neurosis regulatoria. En pos de la seguridad y la calidad de los medicamentos, se justifica un exceso regulatorio que mata la innovación. Los políticos entienden muy mal el sector farmacéutico. Se quiere avanzar en una mayor eficacia reduciendo costes, y a la vez, bajar aún más el precio de los medicamentos. ¿Y cómo se pagan nuestras inversiones? Políticamente vende bien atacar al sector. Que un medicamento o un ibuprofeno con los requerimientos que lleva cueste menos que un chicle o un café es un insulto a la industria.
¿Usted cree que las farmacéuticas tendrían que tejer más alianzas?
Sí, pero tengo serias dudas en que se hagan, ya que nadie toma la inicativa, excluyendo joint ventures puntuales. El sector farmacéutico español, en comparación con grandes cotizadas como Novartis o Pfizer, siempre ha sido muy individualista para proteger lo suyo. Las fusiones son el único camino, ya que el crecimiento orgánico es demasiado lento. Debería haber diez monstruos como en el automóvil, y todo un ecosistema de firmas.
¿La inestabilidad política afecta?
Los empresarios pedimos estabilidad y seguridad jurídica. No creo que sea bueno que Cataluña monopolice su imagen en el independentismo. No tenemos la estabilidad necesaria, no hay presupuestos. El referéndum unilateral no aporta nada a la empresa ni a los catalanes, como mucho a un grupo. Lo que importa es el tipo de política económica se va a hacer o que se apoye a la industria. Las multinacionales te comentan ruidos y preguntan, "¿qué hay de esto?". Son cosas que no aportan.