El futuro de nuestra monarquía
La propia institución y quienes la representan están pasando por malos momentos. Momentos de zozobra que algunos de ellos se han ganado a pulso. Se ha dicho siempre que el pueblo español no es monárquico y si admite la monarquía es como mal menor, pero sin convicción. Yo diría que el español no es monárquico y si la acepta, es por racionalidad.
Un país si no es monárquico, si no le representa un Rey en su calidad de Jefe de Estado, es una república y le representa el presidente de aquella república. Los españoles aceptamos en su momento una monarquía constitucional, reinstaurada por Franco y así lo admitieron todos los partidos políticos que en aquel momento representaban a los españoles, incluido el partido comunista, porque instaurar en aquellos delicados momentos de la transición, una república era inviable y no hubiera sido aceptado por las fuerzas vivas del momento que provenían del franquismo.
La monarquía se estableció en la Constitución del 78 y los políticos españoles, desde aquella fecha, confirmando la tradicional improvisación hispana y su providencialismo, consideraron que ya era suficiente y dejó la institución monárquica sin desarrollar normativamente.
Y como siempre, así nos van las cosas, tenemos un monarca envejecido y en pleno declive, tenemos a una Princesa y a su marido imputados en un juzgado, ya que al parecer utilizaron su condición privilegiada para lucrarse, tenemos un posible sustituto del monarca al que se le ve con capacidad para ejercer el cargo pero no puede acceder a él porque su padre no abdica y otras cuestiones que aparecerán y complicarán aún más si cabe nuestro panorama.
Creo que la solución al problema de nuestra monarquía es fácil en apariencia, redactar y aprobar las reglas de la institución monárquica y que cada miembro de ella tenga su papel y sus responsabiliades y unas reglas de juego para los casos de cambio de personas en la figura del monarca. A la vez, la abdicación del Rey y la asunción de la Corona por su hijo Felipe. De este modo, la sentencia sobre el caso Noos podría esperarse con tranquilidad ya que Felipe se halla al margen del asunto.
Pero esta aparente facilidad para resolver el problema posee dos inconvenientes, el primero la tenaz voluntad del Rey Juan Carlos en mantenerse como tal y el segundo, la incapacidad de nuestro presidente del Gobierno en provocar acontecimientos y con ello su imposibilidad de forzar al Rey a tomar la decisión que nos convendría a todos los españoles, su abdicación.
Si esta abdicación no se produce a corto plazo auguro un constante dilucidar sobre la bondad o maldad de la institución monárquica. Se plantearán permanentes disquisiciones sobre monarquía sí o monarquía no, república sí o república no, con la consiguiente inquietud social y la alegría de los amantes de la anarquía y el desgobierno.
Así ocurrió con Zapatero y la crisis económica, negada hasta la saciedad y causa de su enorme desprestigio y que por esta causa retrasó medidas que prolongaron dicha crisis. Así ocurrió y ocurre con el tema de Cataluña, ignorado e infravalorado, por no decir despreciado, por el Gobierno de Rajoy y que estaría resuelto hace ya tiempo si el Gobierno del Estado hubiera llegado a acuerdos con Cataluña en sus primeros momentos, advirtiendo su profundidad.
A todos los ciudadanos lo que nos preocupa no son los problemas que aparecen, que siempre existirán, lo que nos preocupa es la incapacidad de nuestros políticos para resolverlos.