Cataluña

Hacia dónde vamos



    Felipe González ha sido el único político que ha hablado claro sobre la pretendida independencia de Cataluña al afirmar que conseguirla era un imposible, pero que por el camino que vamos podrá llegarse a una inquietud social prolongada en el tiempo.

    Conseguir esta independencia es imposible hoy por cuanto rompe con todo lo que Europa pretende, porque produciría un efecto dominó sobre otros territorios de diversos países europeos, porque un territorio, por más nación que se considere, no puede, mediante referéndum desgajarse de otro que no desea esta independencia. Mediante una decisión como la que pretende Cataluña, cualquier territorio de cualquier país podría independizarse cuando así lo desearan más de la mitad de sus ciudadanos. De este modo jamás existiría seguridad jurídica para nadie y las leyes internacionales serían tan complejas que nuestro mundo devendría ingobernable.

    Por otra parte, con respecto a Cataluña, nadie nos ha explicado de qué modo se pagaría nuestra deuda que asciende a 50.000 millones de euros y de qué modo podríamos hacer frente a todas nuestras obligaciones.

    Pero no solamente es imposible por estas razones. Tampoco es posible porque ni el Gobierno español ni los partidos políticos nacionales lo desean. Así llegamos a la conclusión que solo podríamos ser independientes empleando la fuerza y la fuerza Cataluña no la posee.

    Nuestros políticos nos están engañando haciéndonos creer que la independencia es posible, están ilusionando a personas que piensan de buena fe en esta independencia y más tarde, cuando la realidad se imponga y se vea que es imposible, se frustrarán y, por culpa de estos políticos, tendremos una sociedad que se considerará derrotada.

    Tanto Artur Mas, el president, como el republicano Oriol Junqueras, su jefe, son conscientes de que han emprendido un camino que no conduce a ninguna parte y que la única salida razonable a este peligroso embrollo es un frenazo a estas aspiraciones pactado con el Gobierno de Madrid y conseguir a cambio una mayor agilidad financiera.

    Como no creo que nuestros políticos posean hoy la virtud del compromiso, nos encaminamos hacia un final abrupto con los partidos tradicionales rotos y una gobernabilidad de Cataluña muy difícil. Todo ello sin contar que puedan aparecer grupos descerebrados amantes de posturas radicales.

    En fin, hoy no auguro buenos tiempos para esta Cataluña que siempre ha sido ejemplo de buen hacer, laboriosidad y bonhomía.