El defensor del pueblo catalán
Las actuaciones de Divar y de Ribó tienen similitudes como la arrogancia y la soberbia.
Hace unos días publiqué un artículo que hablaba del presidente del Consejo de Poder Judicial, el señor Divar, y manifestaba que su soberbia le hacía pensar que su cargo le permitía la realización de muchas cosas, entre ellas la utilización del dinero público y el personal pagado por el Estado a su antojo, confundiendo lo público con lo privado y decía que en nuestro país existen muchas personas como él que consideran que el cargo que ostentan les permite llevar a cabo actuaciones ajenas a todo control.
De otro modo, como indicaré, Rafael Ribó, Sindic de Greuges catalán, está cometiendo los mismos errores que Divar con la única diferencia que Divar utilizaba los caudales públicos para pagarse hoteles y restaurantes durante los fines de semana y el señor Ribó los ha utilizado para realizar viajes a través del mundo entero durante fines de semana y días laborables pero llevando a cabo reuniones políticas con fines diversos, entre ellos, según sus propias palabras, dar a conocer Cataluña.
Dejando aparte las defensas del señor Ribó (realizadas por aquellos compañeros suyos de la política y por aquellos que siempre defienden las conductas de todos los catalanes cuando las criticas vienen de fuera de Cataluña, sean o no correctas, porque interpretan que las criticas lo son contra el pueblo catalán) deberíamos analizar la conducta del señor Ribó de manera objetiva.
Ribó, según los datos aparecidos en la prensa, en dos años ha realizado cuarenta viajes a otros tantos países. Según unos medios ha gastado 170.000 euros y según sus amigos del Govern solamente 90.000 euros. En cuanto al tiempo empleado en estos viajes, si de promedio ha utilizado cuatro días por viaje, entre los viajes de ida y vuelta y las reuniones que dice haber sostenido, ha estado 160 días fuera de España de un total de 720 días de los dos años contabilizados. Este señor ha sido elegido para defender a los ciudadanos catalanes de cualquier injusticia que planteen y este señor cobra del Estado una cantidad de dinero por llevar a cabo este trabajo. Entre los objetivos de su cargo no está asistir a cuanto evento político emerja en cualquier parte de nuestro planeta y entre sus objetivos no se encuentra difundir las señas de identidad catalanas.
No sabemos porqué el señor Ribó actuaba de esta manera, pero si le producía cierto aburrimiento el desempeño de su cargo que precisaba aligerarlo con reuniones políticas internacionales podía haber encontrado otro destino para ello. Si consideraba que para defender mejor al ciudadano de Cataluña necesitaba asistir a reuniones políticas en cuarenta países, podía haber consultado a quien le pagaba su sueldo si estaba de acuerdo con estas nuevas funciones que unilateralmente se atribuía.
Nos preguntamos si es necesaria la función del defensor del pueblo catalán si su oficina es lo suficientemente eficaz para emitir sus dictámenes sin su presencia física. Nos ahorraríamos un sueldo elevado que buena falta nos hace.
Todo ello viene a cuento porque en ambos supuestos, el de Divar y el de Ribó, aún siendo diferentes, tienen grandes similitudes tales como la arrogancia y la soberbia del alto funcionario en nuestro país. Las reacciones de ambos en un principio han sido idénticas, estupor y confabulación política por parte de unos enemigos invisibles, pero las de ambos son conductas que demuestran que los cargos prominentes de nuestro país se lo creen todo permitido y contra esta actitud debemos reaccionar y decirles que deben cambiar de actitud y que los cargos son para servir a la sociedad no para servirse de ellos para lo que apetezca llevar a cabo a quien ostente el cargo. Los políticos que arropan a Ribó son aquellos que actúan de su misma forma llegado el caso y poseen su misma mentalidad. Se justifican diciendo que todo aquello que realizan lo llevan a cabo en aras del bien común y con este fin se puede justificar cualquier actuación. Al señor Ribó no le pido que dimita como así se lo solicité al señor Divar, pero le pido que con humildad diga que es posible que se haya excedido y que a partir de ahora se contendrá en sus ansias de asistir a reuniones internacionales ya que ésta no es su misión.