Cataluña

Opinión: Proyectar Barcelona hacia el futuro

    El abogado Juan Carlos Gimenez-Salinas. Foto: Luis Moreno.

    Juan Carlos Giménez-Salinas

    El equipo municipal, liderado por Ada Colau desde hace más de seis años, lleva desnortado desde sus inicios. Cuando llegó al poder municipal se obsesionó por los temas sociales y penalizó el desarrollo inversionista y turístico hasta convertir nuestra ciudad en lo hoy se advierte: una disminución de visitantes, sobre todo los de poder adquisitivo alto, un abandono de grandes proyectos urbanísticos, una total carencia de mantenimiento de nuestras infraestructuras, aceras, parques, mobiliario urbano y una evidente disminución de plazas hoteleras, provocando desconfianza en el inversor.

    Con la llegada de la pandemia y el intento de erradicar al máximo posible el transporte privado, en lugar de estudiar una planificación urbanística a largo plazo, se dedicó a chapuzas urbanas tales como disminuir la anchura de la calzada para el tráfico pintando el asfalto de algunas calles y esquinas, establecer bloques de hormigón que semejan barricadas amarillas provisionales de una estética de ciudad en crisis, y un sinfín de elementos que unidos a una evidente falta de limpieza, dan una imagen de nuestra ciudad a vecinos y visitantes de una Barcelona mediocre que vive de las rentas conseguidas durante los mandatos anteriores.

    Nuestro poder municipal ha carecido desde su primer día de un proyecto de ciudad. Carece de ideas para proyectar Barcelona hacía un nuevo tiempo y lo único que se le ha ocurrido durante esta última etapa es diseñar más supermanzanas peatonales, cuatro, en el ensanche, sin contemplar las repercusiones que tendrá su implantación.

    No ha previsto la movilidad de la gente mayor, supongo que les enseñará a conducir bicicletas y patines, ni el reparto de mercancías, ni el acercar ambulancias o taxis para enfermos o imposibilitados. Ni los efectos de toda índole para las manzanas colindantes a estas supermanzanas que sufrirán todos los perjuicios y carecerán de beneficio alguno.

    Con las elecciones a la vuelta de la esquina, inicia las obras de Via Layetana que, a la vista de lo realizado hasta hoy por este consistorio, poca confianza nos da en su desarrollo y planificación.

    Durante estos años que hemos visualizado la gestión de Barcelona, hemo percibido que se han movido, en primer lugar, por no aceptar como problema el urbanismo, centrados como estaban en sus objetivos sociales; en segundo lugar, cuando se han dado cuenta que algo tenían que hacer para visualizar su labor municipal, se han dedicado a improvisar sistemas concretos y sencillos sin tener en cuenta una visión de conjunto y una idea de futuro.

    Cuando llegó Maragall a la alcaldía, en sintonía con el anterior alcalde, Narcís Serra, habían estudiado la planificación de una Barcelona del futuro, congregaron a su alrededor sociólogos, historiadores, arquitectos de primer nivel y consiguieron realizar con eficacia la planificación estudiada minuciosamente.

    Hoy y desde sus inicios, nuestro equipo municipal actual, se ha dedicado a empequeñecer nuestra ciudad, ha eliminado licencias hoteleras, prohibido proyectos culturales importantes como la llegada del museo del Hermitage, sin idear un proyecto de ciudad sustitutivo.

    Nuestra ciudad, como muchas del mundo, tiene un reto inmenso que es el de adaptarla a las nuevas tecnologías, a la nueva forma de vivir, a los nuevos sistemas de trabajo, de movilidad, del comercio, de los negocios, del ocio y de la cultura.

    Es importante meditar de qué modo podrán convivir los visitantes de nuestra ciudad con los que habitan en ella. Cada grupo precisa de unas necesidades muchas veces antagónicas y debe proporcionarse a cada uno de ellos aquello que desean o precisan.

    Para planificar nuestra ciudad de mañana debe tenerse la mente abierta, carecer de ideas preconcebidas y dejar fluir la imaginación de toda clase de profesionales, urbanistas, ideólogos, pensadores, empresarios, docentes, deportistas, artistas de todo tipo, para que surjan ideas imaginativas que conduzcan a nuestros dirigentes a la toma de decisiones más adecuada a nuestra forma de vivir y nuestra cultura.

    Aquí, como ya hemos dicho, estos últimos años ha ocurrido lo contrario, una lideresa con unas ideas muy marcadas en un determinado sentido, pero carente de una visión variopinta de nuestra sociedad, la real, la que hemos conocido todos nosotros, ha dirigido la política municipal de un modo muy personalista, intentando solucionar los problemas que para ella eran importantes, pero dejando de lado todos los demás.

    Se acercan elecciones y los partidos políticos calientan motores, todos ellos deben pensar que gane quien gane, su buen o mal hacer repercutirá en nuestra ciudad del futuro y nos jugamos mucho. Tanto, que Barcelona puede continuar su declive o bien convertirse en un ejemplo de anticipación a las necesidades urbanas de sus ciudadanos del futuro.