Opinión: El fluir de la vida
Juan Carlos Giménez-Salinas
Los catalanes hemos vivido unos cuantos años de zozobra. Además de la pandemia, que la sufrió la humanidad entera, Cataluña experimentó con inquietud unos acontecimientos políticos y sociales muy particulares que la condujeron hacia derroteros de tremenda ansiedad.
No quiero detenerme en comentar estos hechos, vividos intensamente por todos nosotros, ya que son de sobra conocidos. Pero como bien se dice, tras la tempestad viene la calma, y en Cataluña apaciguó la inquietud vivida el confinamiento derivado del Covid; y todo lo que consigo trajo la pandemia: muerte, enfermedad, soledad, ansiedad, sustituyeron aquella zozobra por una realidad más trágica y si cabe, más cercana.
Los catalanes hemos descubierto que, por encima de nuestras inquietudes, de nuestras ambiciones, deseamos vivir, simplemente vivir, quizás anhelamos este vivir acompañado de un relajamiento y también de cierta serenidad. Los acontecimientos de estos últimos años alteraron nuestras vidas y quebraron nuestros objetivos vitales, pero al llegar la pandemia nos demostró a todos la realidad y es que como decían en Roma, primum vivere deinde philosofare. Ante la muerte y la enfermedad, no existen objetivos alternativos o complementarios al simple sobrevivir.
Con el fluir de la vida, acontecimiento tras acontecimiento, hechos sociales, económicos, geológicos, sanitarios, políticos, vienen y se van, y siempre acaece una nueva vicisitud y al poco se desvanece en el recuerdo y aparece una nueva. Nos llega el asombro, la sorpresa, pero no nos alcanza la inquietud y no llega porque la experimentamos con extraordinaria fuerza y ahora, cuando nos llega la noticia del algún nuevo acontecimiento, lo observamos con una cierta sonrisa, uno más de los que pueden acontecer a lo largo de la vida.
Parece que nuestra sociedad ha comprendido que todo cambia, todo es movimiento, nada permanece estable y que no vale la pena tomarse las cosas muy en serio cuando experimentamos que nada permanece estable, cuando se ha visto cerca el abismo de la vida.
Las sociedades se mueven y actúan ante circunstancias imprevistas
A quien lea estas líneas no desearía que pensara que transmiten un escepticismo total y que, en consecuencia, no es necesario esforzarse porque todo llega y todo se va de un modo aleatorio. Al contrario, quisiera indicar que las sociedades se mueven y actúan ante circunstancias imprevistas.
Estas circunstancias que acontecen de un modo esporádico, como la pandemia, han exaltado el ingenio de nuestro mundo y las energías desarrolladas para combatir la enfermedad han sido inmensas y han resultado eficaces. Pero también nos indica que, tanto a título individual, como colectivo, nuestros planes y metas pueden ser unos pero la vida nos puede llevar por derroteros no previstos, ni tan siquiera imaginados.
No somos una hoja al viento que no sabe ni a donde la llevan, ni puede hacer nada por evitarlo, pero las circunstancias vitales son tan varias que es casi imposible prever nuestro futuro.
Hemos de tener objetivos, anhelos, ilusiones y trabajar cada día con empeño para convertirlos en realidad, pero también hemos de poseer la virtud de la adaptación a cada nueva circunstancia que nos depare la vida y ver los nuevos aconteceres como una oportunidad inesperada pero ilusionante, un nuevo reto al que dedicar nuestro conocimiento y nuestras energías.
Los catalanes debemos ser conscientes de que iniciamos una nueva etapa y nuestros dirigentes deben escuchar el sentir de todos nosotros y con pragmatismo deben dirigir sus miradas hacia esta nueva etapa que se inicia y requiere reordenar con eficacia nuestras normas de convivencia y planificar nuestra convivencia a la vez que proporcionarnos el ambiente adecuado para que cada uno de nosotros pueda hacer realidad sus anhelos con la mayor libertad y con los mejores medios posibles.
Los políticos que mejor escuchen los deseos de su sociedad serán quienes merezcan nuestro apoyo y aquellos que pretendan regresar a un pasado casi olvidado serán arrinconados a través del voto.