Opinión: Repensar Barcelona (II)
- Se debería bautizar a la gran urbe metropolitana con un nuevo nombre aglutinador
Juan Carlos Giménez-Salinas
Fundamentalmente, existen dos modelos de planificación urbanística, el primero genera lentamente soluciones concretas a problemas que invaden la ciudad propiciados por una modificación de hábitos de sus ciudadanos o de sus visitantes. Lleva a cabo cambios imprescindibles para que pueda fluir una convivencia mediocre sin paralizar la ciudad.
El segundo, medita en profundidad las necesidades presentes y futuras de la ciudad y planifica a largo plazo una transformación profunda de la misma. Transformación lenta, pero de acuerdo con unos objetivos y un plan muy detallados.
Quien lleva a cabo el primer modelo provoca el desarrollo de una ciudad desordenada, chapucera, cortoplacista. Quien se ampara en el segundo, puede errar en su proyección, pero en la mayoría de los casos obtendrá una ciudad homogénea, armónica, capaz de cubrir las necesidades de sus habitantes y de sus visitantes.
Planificar esta segunda solución contempla prever el futuro y sobre todo equilibrar los intereses contrapuestos de quienes habitan en ella. En una ciudad conviven niños, adultos y jubilados, comerciantes y todos los sectores que integran las áreas de servicios, cada vez mayores y más variados.
Adentrándonos en la futurología, creemos que el ciudadano de mañana considerará que el bien más preciado de la ciudad que habite consistirá en la cantidad de metros cuadrados que posea su vivienda. Cuantos más metros cuadrados por persona, mayor calidad de vida, y cuanto más cercana a su vivienda tenga una amplia zona ajardinada, mejor.
La vivienda deberá poseer una zona social y de esparcimiento en la que estará incorporada una cocina abierta, una zona de trabajo en la que se encuentren ubicados todos los aparatos precisos para desarrollar una actividad profesional y una zona de higiene corporal y de ejercicio físico.
Lentamente deberán adaptarse los edificios urbanos a estas necesidades. Muchos edificios no podrán y deberán desaparecer si carecen de interés.
En cuanto a los transportes, los colectivos deberán priorizarse y prolongarse para abarcar distancias más largas. En cuanto al automóvil particular, la tendencia es su sustitución por el alquiler cuando se necesite y elegir el modelo que se precise en cada momento. Estos vehículos, con o sin conductor, se aparcarán en grandes zonas alejadas del centro.
El vehículo sin conductor llegará al lugar donde deba recoger a su ocupante y regresará a su punto de partida una vez llevado a cabo el recorrido contratado. Este sistema dejará enormes locales vacíos hoy ocupados por aparcamientos, locales a los que deberá encontrarse destino.
Barcelona sigue siendo hoy, y lo ha sido a lo largo de la historia reciente, una de las ciudades europeas con más densidad de población. Esta grave limitación la imposibilita en su capacidad de adaptación. Vimos que durante el Plan Cerdá no existió problema alguno, ya que los extensos terrenos colindantes se hallaban valdíos por imperativo militar y los municipios colindantes carecían de fuerza política para oponerse a su absorción por la gran urbe.
Hoy no es así, los municipios colindantes se han desarrollado mucho y Barcelona posee los mismos habitantes que hace quince años y sin terreno para expandirse.
Debería hacerse un esfuerzo por parte de todos y crear un ente supramunicipal que abarcara los problemas comunes y su desarrollo armónico a nivel urbanístico y de servicios. Hemos visto que la Corporación Metropolitana tal como se halla constituida no funciona por exceso de personalismos y el temor a una conquista de Barcelona sobre las demás urbes.
Vista la necesidad futura y las reticencias históricas deberíamos ser imaginativos, de otro modo todos perderemos. Tan imaginativos, que incluso se debería bautizar a esta gran urbe integrada por todos estos municipios históricos con un nombre nuevo y dejar los nombres antiguos para designar los barrios de esta gran conurbación. Barcelona, Hospitalet, Badalona, y así todas, serían barrios de esta nueva gran ciudad integrada por todos ellos, las antiguas ciudades.
A mayor territorio, mayores posibilidades a la hora de proyectar. Las ciudades se creaban para integrar negocios y servicios a distancias asequibles. Hoy en día, mediando el teletrabajo y los nuevos medios de transporte, las personas pueden vivir alejadas de los centros urbanos y encontrarse atendidas en todas sus necesidades.
Aquí el urbanista ya no puede opinar y debe intervenir, bien el político, bien el legislador, ya que si la provincia se halla denostada, el municipio ha quedado obsoleto. Municipios desertizados y municipios hiperpoblados y sin apenas territorio para crear servicios imprescindibles requieren nuevas revisiones y otro tipo de modelos a desarrollar.
No quisiera finalizar este esquemático escrito sin hacer mención a los desechos que genera nuestra manera de vivir actual. Del mismo modo que pudo generarse el material plástico, la química debe proceder a su destrucción cuando su uso haya finalizado. Nuestros desperdicios deben poder generar energía u otros componentes necesarios para nuestro desarrollo. Barcelona, cuanto más limpia más atractiva.
Por último y cercanas estas vacaciones en plena quinta ola pandémica, sería un momento propenso para pensar un nombre para esta nueva ciudad catalana y marítima, nombre que se identificara con su comarca, su espíritu y su historia y en la que todos los municipios que la integraran se sintieran identificados.