Cataluña

Nada será como antes, pero puede ser mejor

    Juan Carlos Giménez-Salinas, abogado. Luis Moreno

    Juan Carlos Giménez-Salinas

    Permítaseme la licencia de ser uno más de los que pretendemos ser aprendices de brujo y adentrarnos en un futuro siempre incierto. Sin mucho orden desparramaré mis pensamientos por si le son útiles a alguien para poner en orden sus ideas sobre cómo planificar su futuro.

    Como premisa, constato nuestra vulnerabilidad. Cualquier inesperada circunstancia puede destruir una parte de nuestros esfuerzos, del mismo modo que una suave ola recién llegada a la orilla del mar, destruye el castillo de arena recién edificado.

    Toda crisis o fenómeno aparentemente destructivo, genera oportunidad. Las sociedades avanzan lentamente, pero esta lentitud en el avance puede significar retroceso, adormecimiento, adaptación a una situación conservadora que provoca terror a cualquier cambio.

    Una crisis externa, no deseada, sorpresiva y contra la que no se sabe cómo luchar, provoca en las sociedades reacciones rápidas ante el terror. Desaparece aquel letargo y deviene el nuevo impulso imaginativo. Este tipo de crisis, similar a las antiguas guerras, remueven las sociedades. Unas avanzarán y otras se quedarán rezagadas, pero nada será como antes.

    Los negocios, inversiones, comercios, industrias cambiarán. Unos se adaptarán y otros serán absorbidos por el cambio. Servirá también para limpiar todos aquellos negocios que malvivían con productos obsoletos y tecnologías anticuadas pero que no cerraban porque sus dueños se aferraban al pasado feliz.

    Otro efecto que se ha comprobado es que poseemos una tecnología infrautilizada y ahora hemos comprobado que es útil para muchas cosas que desconocíamos. Todos nosotros nos aferrábamos a los métodos y hábitos tradicionales que son enemigos del avance. Sí, existía evolución, pero tan lenta que apenas modificaba nuestro sistema de vida.

    Las fuentes de energía y la gran industria, lentas en su evolución y necesitadas de grandes capitales, frenan cualquier iniciativa por temor a no adaptarse. Todo ello cambia ante una crisis. Los gigantes de otra época envejecen de pronto y lo que parecía inamovible fenece.

    Ahora es el momento de que aparezcan todos los proyectos, inventos, ideas, técnicas que muchas personas y empresas tenían dormidas en un cajón, por falta de oportunidad o presión de las fuerzas económicas, sociales o políticas tradicionales.

    Quisiera dar un rápido repaso a muchas de las cosas que pueden cambiar a partir de ahora. Cambio que será lento, pero que resultará imparable.

    Comercio. Será difícil mantener el comercio físico con excepción de algunos artículos de lujo. Se ha demostrado que la compra online es útil, eficaz y segura. Esto conllevará diversos cambios: La ineficacia y lenta desaparición de las grandes superficies, sustituidas por grandes almacenes o depósitos y una buena y veloz distribución a domicilio. La desocupación de los pequeños locales comerciales de barrio. Solo permanecerán los ubicados en las calles más comerciales.

    Oficinas. Se ha demostrado que el trabajo desde un lugar alejado y disperso es eficaz. Las gentes emplean un promedio de dos horas diarias para ir al lugar de trabajo. Podrían dedicarlo al ocio, la familia, el deporte o más trabajo, si no tuvieran que desplazarse o lo hicieran un día a la semana. Consecuencias, miles y miles de metros cuadrados ocupados por pequeñas o medianas oficinas en los centros de las ciudades podrían destinarse a otros usos, entre ellos el de vivienda. Al no precisar desplazarse o bien, no cada día, la vivienda podría estar alejada de las ciudades, ocupando este espacio yermo tan desaprovechado que tenemos en toda España.

    Urbanismo. Repensar las grandes ciudades. Después de lo dicho no serán tan necesarias y su crecimiento, si existe, será lento. En cambio, deberá incrementarse la comunicación total a través del territorio. Transporte público o colectivo diverso y amplio.

    Industria y Energía. Hemos comprobado la pulcra atmósfera que nos rodea, sin industrias ni vehículos que la enturbien. El país o gobierno que no fomente el cambio de energía quedará marginado y perderá el favor de la población. Será tachado de corrupto por fomentar el mantenimiento de un sistema industrial anticuado y obsoleto. La industria del petróleo y la del automóvil sufrirán un cambio radical, y grandes marcas y firmas que marcaron nuestra época, pasarán a la historia porque no habrán conseguido adaptarse.

    Potencias hegemónicas. Ocurrirá lo mismo con los países. El país que antes se adapte o bien que pueda hacerlo, estará en el grupo de los vencedores. Aquellos que no adviertan esta nueva etapa y consideren que una vez pasada la crisis, todo seguirá igual, quedará en el grupo de los rezagados.

    En nuestro mundo siempre hemos coexistido con potencias hegemónicas que se han ido alternando a lo largo de la historia y que durante una época han marcado el rumbo de las demás. No sabemos cuál de ellas dirigirá nuestro mundo durante los próximos cien o doscientos años, pero intuyo que se encuentra en Asia, continente potente, ambicioso y con suficiente cultura.

    Plazo de adaptación necesario, entre cinco y diez años, vista la experiencia histórica. Otro día hablaremos de Administración Pública y Política.