Las informaciones inquietantes que ha traído el verano
Juan Carlos Giménez-Salinas
Los medios de comunicación, necesitados de ocupar enormes espacios en blanco cada día durante las prolongadas semanas veraniegas, nos invaden con noticias cuya importancia relativa se la dejan al lector, y que han inspirado esta reflexión tragicómica que expongo a continuación.
Los diarios digitales y sus imitadores, las televisiones y radios y nuestros fantasiosos comunicadores telemáticos, nos remiten noticias de todo tipo, siempre inquietantes, que nos recuerdan que nuestras vacaciones nunca podrán ser tranquilas si leemos, escuchamos o miramos nuestras pantallas.
Este verano nos ha inquietado un Brexit sin acuerdo; nadie sabe sus consecuencias, pero nos dicen que será catastrófico. También la guerra arancelaria chino americana nos ha intentado quitar el sueño. La inseguridad en Barcelona, la falta de acuerdo entre políticos para conseguir formar un gobierno estable en España y la insistencia en la ruptura de los políticos e instituciones independentistas, todo ello unido a una de las noticias más comentadas, que ha consistido en la segregación en una finca que considera que los pollos violan a las gallinas, nos ha llevado al borde del colapso existencial.
Llega septiembre y con él las inundaciones y riadas habituales, así como el huracán caribeño de turno, de los que nos informan como si se tratara de un hecho nuevo y premonitorio de todos los males.
A la vista de estos terribles augurios, el otoño lo esperamos con enorme temor, quizás algunos mediten que será su último otoño, debido a los enormes riesgos que corre nuestra irresponsable civilización, pero de un modo sorpresivo llegará el invierno y más tarde, de nuevo, llegará la primavera.
Quisiera aquí comentar que los medios hacen todo lo que pueden para que no decaiga el interés en leerlos, mirarlos o escucharlos, pero de aquí a intentar desequilibrar nuestro frágil estado mental, de por sí alterado por nuestras circunstancias personales, media una distancia que no debe franquearse con ligereza.
La vida sigue y somos nosotros mismos quienes debemos relativizar la información que recibimos. Entre el "nunca pasa nada" y el "nos hundimos irremisiblemente" existe un término medio al que me apunto.