El empleo juvenil, una garantía de futuro
En la actual encrucijada económica, y teniendo en cuenta la quiebra de la credibilidad y la solvencia ante los mercados internacionales, el aumento cotidiano del desempleo se ha convertido en la mayor preocupación que ha tenido esta región en su historia. Más que al paro general, que también, me estoy refiriendo a las dificultades que los jóvenes tienen para encontrar y mantener un empleo. Una realidad que alcanza ya límites insostenibles y que, además de la quiebra moral y social que ello supone, está poniendo en verdadero peligro el futuro del sector productivo.
Cuando se habla de una juventud mucho mejor preparada que las generaciones precedentes, responsables del progreso español y de la colocación de nuestro país entre los más desarrollados, se está generando un sentimiento de culpa y, sin duda, una frustración entre el colectivo juvenil de consecuencias imprevisibles, máxime cuando los propios jóvenes no ven más salida a sus expectativas laborales que el paro estructural o la emigración.
Nada más decepcionante para el futuro de Castilla y León que ver truncadas las ilusiones de las nuevas generaciones a la vez que se envejece la población productiva y se dilapida un capital humano de alta cualificación, aunque no siempre sea esa formación recibida la más adecuada para encontrar el lugar que les corresponde en el mercado de trabajo.
De ahí que sea preciso un giro copernicano que evite ese galopante desempleo juvenil con alternativas eficaces tanto en la búsqueda de los precisos yacimientos de empleo como en las inversiones que lo hagan factible. Compete a todos los agentes políticos, económicos y sociales, sin excepción, la responsabilidad de pasar a la acción para, de forma conjunta y mancomunada, poner los cimientos de ese futuro al que todos aspiramos pero al que, como se ve, no parece que vayamos a llegar con las estructuras socioeconómicas actuales. Se precisan acuerdos globales desde la responsabilidad de cada cual pero, sobre todo, desde la convicción más íntima y moral de que los maximalismos doctrinarios no conducen hoy por hoy sino al caos.
Castilla y León dispone de un instrumento esencial para lograr el fin propuesto: los acuerdos logrados hasta ahora con el Diálogo Social se han mostrado beneficiosos y fructíferos, aunque insuficientes. Ello nos obliga día a día a poner encima de las mesas de negociación esta problemática que, a buen seguro, de forma conjunta y con algo más que con declaraciones de intenciones, podremos solventar y propiciar el despegue del empleo juvenil en un rasgo de extrema cordura y de garantía de futuro, sin olvidar al resto de los sectores laborales.
Entiendo que el presente se construye sobre la experiencia y la renovación, pero la garantía productiva de una sociedad, de nuestra sociedad castellana y leonesa, se basa en la incorporación de las nuevas generaciones al mercado laboral. De ahí la necesidad de que en esta comunidad autónoma afrontemos el problema con responsabilidad y, sobre todo, con conciencia clara y conocimiento de la realidad palpable.
De nada sirve acordar planes inviables, sólo entendibles desde el dogmatismo, y, consecuentemente, irreales y de resultados altamente negativos. Por el contrario, creo firmemente que nos hallamos ante una ocasión en la que debemos, quizás con aparente pesimismo, poner el dedo en la llaga para adecuar la terapia buscada a las características específicas del complicado momento económico y de las posibilidades reales de Castilla y León. Ello, no obstante, contando con medidas paralelas que garanticen las suficientes fuentes de financiación para poder materializar las inversiones precisas.
HECTOR GARCÍA ARIAS
Secretario general de Cecale