Si a cualquier persona le preguntaran en qué equipo a lo largo de su vida se ha sentido más a gusto, seguramente la mayoría de las respuestas tendrían que ver con grupos deportivos o con pandillas de amigos, muchos de ellos vividos durante la infancia o la adolescencia. Es un misterio el hecho de que en los equipos de trabajo disfrutemos tan poco. Sin embargo, la vertiente lúdica es uno de los aspectos cruciales que hacen a los equipos excelentes.
Si una persona no está relajada es muy difícil que se divierta. El buen clima es sinónimo de ausencia de tensiones, y la ausencia de tensiones es un ingrediente imprescindible de la creatividad y de la productividad. Es verdad que algunas personas afirman trabajar mejor bajo presión, pero una cosa es la natural adrenalina que se genera al intentar superar un reto aparentemente imposible, y otra muy distinta son vivencias como el miedo, la ansiedad o la angustia.
No vamos a trabajar para pasarlo bien, ni el día a día en las empresas tiene que ser un parque de atracciones. Pero el extremo contrario tampoco es positivo. Los equipos de trabajo en los que nunca se celebra nada, en los que nadie ríe y en los que el clima no es positivo y auténtico, convierten el ambiente laboral en una constante fuente de estrés y desasosiego, en un entorno para el que hay que armarse de valor y motivación antes de entrar.
Los equipos excelentes no buscan divertirse, pero trabajan mejor porque se divierten.