La relación entre un jefe y un colaborador está muy estudiada desde el punto de vista del primer rol, pues la investigación sobre el liderazgo es abundante dado su importante peso en el éxito de cualquier organización. Es menos frecuente escuchar reflexiones sobre qué competencias deben desarrollar los profesionales para maximizar su aportación al liderazgo y así sumar en lugar de restar. Una de ellas, francamente importante, es no delegar hacia arriba.
Oncken ya describió que hay colaboradores que cuando enfrentan problemas los delegan hacia arriba, como los monos se suben a las ramas altas de los árboles cuando tienen miedo. Este fenómeno suele tener dos consecuencias, ninguna de ellas positiva: la primera es que la persona que delega hacia arriba no aprende a asumir sus propias responsabilidades. Y la segunda, quizá mucho más importante, es que el jefe toma como propias responsabilidades que no le corresponden, y tampoco lleva a cabo lo que constituye su fundamental cometido. Si el fenómeno se generaliza es obvio que le resultará en una merma considerable de la productividad y efectividad de la organización.
Salvo los jefes más paternalistas, cualquier persona en un cargo de responsabilidad apreciará que sus colaboradores asuman sus responsabilidades y no deleguen hacia arriba sus preocupaciones. De esta manera cada uno se ocupa de lo que realmente es su cometido y aprende a gestionar la tensión provocada por los problemas que son inherentes a la gestión y a la dirección.
No seamos monos: responsabilicémonos de nuestros problemas.