Tendemos a pensar que el juicio del ser humano responde a criterios racionales y, aunque estemos dispuestos a admitir que en algunos casos no pensamos de la mejor manera posible, hay ciertos aspectos en los cuales nos resulta difícil creer que nuestro juicio pueda ser equivocado o, quizá más importante, verse alterado por el contexto. Uno de esos casos es el del atractivo físico.
Cualquier persona tendería a pensar que los mecanismos que rigen el atractivo físico en los seres humanos son estables e inalterables, es decir, que las personas encontramos atractivas a unas personas y a otras no, y que ese tipo de elección, quizá porque corresponde a nuestra parte menos evolucionada o más animal, tiende a ser estable. Pues bien, ni siquiera en esas circunstancias el juicio del ser humano parece seguir las leyes de la lógica.
En un curioso experimento se crearon dos rostros utilizando un ordenador, y luego se modificó cada uno de ellos para crear una versión menos atractiva. Posteriormente se crearon dos tarjetas: una con el sujeto A y su versión menos favorecida, acompañados los dos del sujeto B, y otra con el sujeto B y su versión menos atractiva acompañados ambos por el sujeto A. Cuando mostraron estas tarjetas a varias personas para ver a quien preferían, encontraron que cuando el sujeto A era acompañado de su versión menos atractiva, era el preferido frente al B. Sin embargo, cuando era el sujeto B el que se hacía acompañar de su versión menos favorecida, resultaba el favorito frente al A.
Ni siquiera el atractivo físico se rige por las leyes de la racionalidad.