Una de las cualidades que distingue a los profesionales altamente cualificados es una habilidad llamada agilidad emocional. La vida está hecha de altibajos, y por tanto las malas noticias, los problemas, las crisis y demás primos conceptuales están constantemente a nuestro alrededor. Por ello es más bien obvio que experimentaremos emociones negativas. La cuestión, y aquello en lo que se diferencian los profesionales excelentes, está en salir de ellas cuanto antes.
Como sabemos, vivimos en un mundo inventado por nosotros mismos, así que muchas de nuestras emociones negativas derivan de pensamientos que no coinciden plenamente con la realidad. Sin embargo, las vivencias emocionales que desencadenan sí son auténticas y por tanto tienen la capacidad de hacernos daño. Por último, sabemos también que al revivir una y otra vez la secuencia entre un pensamiento y una emoción, es más sencillo que esa cadena se vuelva a repetir, con la consecuente posibilidad de entrar en un bucle infinito de preocupaciones.
La agilidad emocional es un ejercicio puramente volitivo, e implica traer a la conciencia aquello que realmente debe estar en ella, librándonos rápidamente del anzuelo dañino que significan a nivel emocional las malas experiencias. Pase lo que pase hay que seguir adelante, sacudirse el polvo del camino y pensar en lo que debemos pensar, en lugar de precipitarnos al pozo de las preocupaciones y los lamentos. Es sano, pero sobre todo es práctico.
La agilidad emocional es vital en la vida profesional, y por supuesto en la personal.
Estupendo resumen, lo bueno si breve, dos veces bueno.
Excelente! La mejor filosofía de trabajo pero sobre todo de vida.