Tendemos a pensar que los artistas son caóticos e indisciplinados, y que trabajan únicamente a golpe de inspiración, cuando esta les visita. Que pueden pasar días y días sin producir nada, pero que de repente pueden encadenar varias noches seguidas sin dormir creando ininterrumpidamente. Pero en general, y salvo excepciones, la realidad dista mucho de esa romántica descripción.
Muchos escritores ya nos han contado que la única forma de crear constantemente es trabajar constantemente. Estos escritores producen bajo un formato que implica sentarse frente al documento que están desarrollando con un horario fijo de entrada y de salida, como el de cualquier profesional. Trabajan en sus obras de nueve a seis, como todo el mundo, en lugar de sentarse a orillas de un lago con una copa de vino esperando que la musa aparezca de repente. Y claro, también hacen horas extraordinarias.
Evidentemente no todos los días puede brotar el mismo caudal de inspiración porque la inspiración es un fenómeno cuyo funcionamiento es tan complejo como nuestro mundo emocional. Hay días mejores y días no tan buenos, como en la misma vida. Pero lo auténticamente relevante es que cuando el cerebro humano se concentra en una tarea, y realmente la convierte en el foco de su conciencia, se producen resultados, tarde o temprano.
Como alguien sabio dijo, es mejor que la inspiración nos sorprenda trabajando.