La inspiración se encuentra visitando otros mundos, sin duda. Durante el Quattrocento se produjo la más fabulosa manifestación de genio creativo, y por tanto de inspiración, que ha visto la historia. Tanto que es la única expresión de belleza conocida que es capaz de causar una afección psicopatológica: el sorprendente Síndrome de Stendhal.
Johansson, en El Efecto Medici, escribe que ese aluvión de inspiración sin precedentes fue debido a un encuentro entre disciplinas, que él llama intersección: la fricción entre formas distintas de pensamiento enciende la chispa de la inspiración, y por tanto genera creatividad. Desde ese punto de vista no resulta extraño que Leonardo da Vinci, que dominaba diversas disciplinas y por tanto era capaz de mantener diferentes visiones sobre la realidad, viviera iluminado por una constante inspiración.
Tenemos que pensar que la realidad no es solo una, sino que hay tantas como personas que pueblan la tierra. Y cuando encontramos una mirada diferente sobre la realidad, descubrimos aspectos nuevos, facetas diferentes, curiosidades que no conocíamos o matices que nos llaman la atención. Todos ellos son chispas de inspiración.
Por eso hay que visitar otros mundos, reales y conceptuales: escuchar otras opiniones, leer libros que no hemos leído nunca, probar aficiones nuevas, viajar a otros lugares y, en definitiva, luchar por cruzar los límites de nuestra particular, única y, en general, reducida forma de contemplar la realidad. La inspiración surge del contraste, del cambio, de lo extraño y de lo novedoso, y sin duda de lo que desafía nuestra manera de ver la vida.
Dejémonos inspirar por otras miradas sobre la realidad.