Cualquier proceso de cambio personal conlleva un momento de la verdad. Un punto en nuestra biografía en el que lo que tenemos que hacer para lograr el cambio se materializa delante de nosotros en forma de reto. Si nos hemos propuesto hacer ejercicio físico llegará un día en que nos encontraremos delante del gimnasio y estaremos demasiado cansados para entrar. Si nuestro objetivo es aprender un idioma llegará un día en el que nos encontraremos el cuaderno de ejercicios ya de noche, tras un largo día de tensiones y prisas. Y si nuestro objetivo era mantener la relación con nuestras amistades llegará un día en que un amigo nos llame para contarnos sus penas en un momento en el que nosotros tenemos más de las que podemos manejar. Todos ellos son momentos de la verdad, retos que ponen a prueba nuestra determinación.
Y es precisamente en esas ocasiones en las que es más necesaria que nunca la conciencia plena del momento presente. Si realmente nuestros objetivos son valiosos, si comprendemos que la lucha por cambiar ha de ser constante y, sobre todo, si estamos a lo que estamos, en el momento de la verdad sabremos sacar fuerzas de flaqueza y contestar al teléfono, hacer al menos dos o tres ejercicios del idioma que estemos aprendiendo o entrar en el gimnasio y ponernos a correr en la cinta aunque sea quince minutos.
En el momento de la verdad no debemos dejar que se escapen nuestros sueños.
Así es, necesitamos cambiar aspectos de nosotros mismos para poder llevar a cabo nuestros sueños.