Una de las más turbadoras afirmaciones que la investigación ha demostrado últimamente en relación con el éxito es que la experiencia no hace maestros. Es decir, que los médicos no son mejores médicos solo por el hecho de ejercer muchos años la medicina, que los profesores no son mejores únicamente por haberlo sido durante mucho tiempo, y que ningún deportista mejora solamente por salir al terreno de juego.
Posiblemente la idea de que el éxito requiere un esfuerzo continuo y sostenido es una de las claves más elusivas del éxito, esas de las que nadie quiere oír hablar. Es verdad que, en frases bellamente contextualizadas en las redes sociales, y en muchas películas inspiradoras, se deja claro el mensaje de que no se puede tener todo sin hacer nada. Sin embargo, es difícil tener una conexión sentida con la idea de que todos los días, cada día, es necesario pedir más al cuerpo y a la mente que el día anterior. Sobre todo porque, en muchos casos, ese esfuerzo ha de llevarse a cabo durante años.
Muchas personas entrenarían, incluso duramente, durante un año, al igual que otras estarían dispuestas a estudiar con intensidad durante dos años, y que seguramente muchas otras se entregarían a intentar sacar adelante un negocio durante tres. Pero la cuestión no es esa. La cuestión es qué pasa el primer día del segundo año del deportista, del tercero del estudiante y del cuarto año para ese emprendedor que, con tanta ilusión, comenzó un buen día su start-up con la clara idea de que su producto era revolucionario. Máxime cuando estar entre los mejores no significa aguantar el esfuerzo un día más, un mes más o un año más, sino hacer eso y, además, intentar una proeza nueva cada vez.
En plena era digital, donde determinados autofabricados influencers parecen querer mostrar que se puede disfrutar de una vida de éxito con poco más que hacer fotografías, es igualmente necesario y urgente que reflexionemos con seriedad sobre cuáles son las claves que conducen al éxito. No solamente al éxito social sino, fundamentalmente, al éxito personal. Sobre todo, porque las generaciones más jóvenes tienen deseos y sueños, y es importante que la sociedad explique, sin rodeos, qué es lo que hay que hacer para lograrlos. Y, sin duda, sudar la camiseta es una de ellas. Cada día. Todos los días.