Asia

El hermético régimen de Corea del Norte muestra claras señales de fragilidad

    Kim Jong-un. <i>Achivo</i>


    El líder norcoreano, Kim Jong-un, celebró el miércoles pasado su cumpleaños. Su edad -se cree que 31, con lo que sería uno de los jefes de Estado más jóvenes del mundo-, así como los entresijos del opaco régimen estalinista permanece en el más absoluto secretismo. En todo caso, es su tercer cumpleaños como mandatario de Corea del Norte desde que llegara al poder tras la muerte de su padre en diciembre de 2011.

    El cumpleaños se celebró con un partido de baloncesto. En una grotesca iniciativa, que ya se ha denominado "la diplomacia del básquet", su "amigo" Dennis Rodman y otras exestrellas de la NBA se midieron con jugadores locales. La visita de Rodman ha sido duramente criticada en EEUU.

    Un grupo de unos 30 inversores y autoridades de China fueron invitados por Corea del Norte al partido.

    El partido parece haber sido el único evento importante del cumpleaños del joven dirigente. Al igual que el año pasado, la efeméride transcurrió con una gran discreción, ya que ni siquiera los medios de comunicación del régimen han aludido a ella.

    Cambios políticos

    Este cumpleaños llega en una etapa marcada por los cambios políticos cuyo origen se remonta a la ejecución a mediados de diciembre de Jang Song-thaek, tío del líder y considerado previamente como el número dos en el poder. El régimen anunció la ejecución de Jang, al que acusó de traicionar a Kim y al Partido de los Trabajadores, dentro de una violenta purga que también afectó a los colaboradores cercanos del otrora importante político.

    En opinión del Gobierno de Corea del Sur y la de diversos expertos, Pyongyang está tratando de garantizar una unidad sin fracturas en torno a Kim Jong-un a modo de prevenir o corregir cualquier inestabilidad política.

    Sin embargo, contrariamente a las predicciones de los analistas, el poderoso aparato propagandístico de Corea del Norte no ha aprovechado el cumpleaños para emprender una nueva campaña de culto a la personalidad del joven líder.

    El régimen, que rinde un extremo culto a la personalidad de sus dirigentes, solía festejar con gran pompa los aniversarios del nacimiento del fallecido dictador Kim Jong-il y del fundador del país, Kim Il-sung, padre y abuelo respectivamente del actual líder.

    Lo que sí se produjo fue el anuncio a través de la agencia estatal KCNA de elecciones en marzo para designar a los nuevos diputados de la Asamblea Popular Suprema, principal órgano legislativo. En este gesto de aparente normalidad -las elecciones legislativas norcoreanas se celebran cada cinco años y las últimas fueron en marzo de 2009- analistas surcoreanos ven para Kim Jong-un la posibilidad de llenar los escaños del Parlamento con los políticos que son más fieles a su persona.

    El último baluarte estalinista

    La brutalidad y crueldad de la reciente purga reafirma la condición de Estado paria del último baluarte estalinista del planeta. Las purgas no son nuevas. Las primeras tuvieron lugar entre 1953 y 1955, cuando el fundador de la dinastía hizo desaparecer a todos los dirigentes comunistas para eliminar competidores. El actual representante de la dinastía familiar sigue ese camino, sin cambios y sin piedad.

    Pero, ¿significa esto que el país está en manos de un grupo irracional y paranoico? Hay quienes no lo creen así. Es el caso del historiador y especialista en Corea, Andrei Lankov. En su reciente trabajo La Corea del Norte Real el profesor ruso subraya la habilidad del liderazgo norcoreano y la élite militar para manipular al mundo.

    El instrumento: la amenaza de desatar una guerra nuclear dada su condición de potencia atómica con misiles de largo alcance. Es decir, son aventajados discípulos de la filosofía política de Maquiavelo. El pueblo norcoreano -24 millones esclavizados sometidos a las hambrunas- está cambiando. Su juventud no ha sido expuesta al adoctrinamiento como sus padres y abuelos. Conoce -con envidia- lo que sucede en Corea del Sur. Se hace sentir la creciente fragilidad del régimen pese a sus recientes bravuconadas. Existe la posibilidad de división interna en el poder. Y no es del todo desechable la hipótesis de protestas que podrían dar paso a una "primavera oriental".