Una de las mayores verdades del mercado nos dice que una tendencia alcista es sólida cuando ignora las malas noticias y viceversa: que una caída va en serio cuando ignora las buenas, por muy buenas que sean. Y ayer tuvimos una inmejorable: la presentación del esperadísimo nuevo iPhone por parte de Steve Jobs, el presidente de Apple y gurú de la Web 2.0.
Pero ni la cotización de Apple (AAPL.NQ) ni el Nasdaq (NDX100.NQ) subieron con la buena nueva, sino todo lo contrario: la compañía de la manzana cayó el 2,2% y el índice, el 0,6%. Así que saquen ustedes mismos la conclusión. Y ésta es especialmente dolorosa por cuanto Apple ha sido, junto con Google (GOOG.NQ), la gran artífice de la remontada del Nasdaq desde los abismos de 2002, hasta convertir al tecnológico en el motor de la subida del mercado en los cuatro años siguientes hasta el techo del verano pasado.
Digámoslo de otro modo: la empresa que ha impulsado la subida del mercado en los últimos años (con una escalada estratosférica de sus propios títulos), la gran protagonista –junto con Google, insistimos- de esa segunda edad de oro de la tecnología llamada Web 2.0, dio ayer una noticia excelente y el mercado no sólo la ignoró sino que encima la castigó.
Eso es un acontecimiento importantísimo, y más después de una semana en que tuvimos otros dos acontecimientos históricos: el presidente de la Fed salió en apoyo del dólar y varios miembros de dicho banco central se rebelaron en público contra su política. Con acontecimientos tan convulsos, el mercado no puede normalizarse.
Pero volvamos al iPhone. Los enamorados de la marca de la manzana y del cacharro más cool del mercado están de enhorabuena. Primero, porque la segunda versión del teléfono-reproductor musical-navegador es mucho mejor que la primera: es 3G (utiliza las redes de Internet móvil de alta velocidad en vez de las de pedales), es más fino, tiene GPS, batería de larga duración, lleva un sistema operativo similar al Mac OS X, tiene numerosas ampliaciones que compiten directamente con la Blackberry, lo hay en varios colores y hasta tiene un sistema que le permite sincronizarse y recibir emails de los ordenadores con Windows…
Y segundo, porque ¡es mucho más barato! Como lo oyen: en EEUU costará 199 dólares la versión de 8 gigas de memoria y 299 dólares la de 16 gigas, frente a los 399 y 499 dólares, respectivamente, que cuestan las versiones viejas. Versiones viejas que, por cierto, ya no se venden en las tiendas online de Apple. Y no se trata sólo de esta rebaja, sino de un cambio en el modelo de comercialización: Apple ya no percibirá un porcentaje de la factura mensual que le pasa la teleco asociada (AT&T en EUU) al usuario, sino que se quedará con el precio de venta inicial.
La empresa lo justifica porque eso le permite tener economías de escala y realizar una agresiva política de precios. Pero los críticos aseguran que obedece al fracaso del modelo que obligaba al comprador a atarse a una compañía durante una eternidad con un gasto mínimo mensual altísimo. Fracaso que se evidencia con la ingente cantidad de iPhones ‘liberados’ que circulan por el mercado.
Con esta fórmula, anoche algunos analistas consideraban que las previsiones de ventas podían dispararse desde los 12 millones de teléfonos anuales que se estiman para este año hasta 45 millones para el próximo. Ahora bien, los enemigos de Jobs ponen el acento en que la necesidad de impulsar las ventas de este aparato significa que éstas no iban tan bien como se pensaba. O peor aún: que las masivas ventas de iPods se están reduciendo o la explosión de los Macs se está parando, lo que le obliga a compensar estos frenazos con las ventas del nuevo aparato.
Y, en vista de lo ocurrido anoche en el Nasdaq, esa teoría parece haber calado en el mercado.