Lo que parecía un alto en el camino hacia los máximos de Wall Street, la caída del martes, puede convertirse en algo mucho peor después de lo ocurrido ayer. El mercado cayó con estrépito y amenaza con meterse en un movimiento lateral que puede durar bastante y acabar con la paciencia (y los ahorros) de muchos inversores.
Y no descarten que el Dow Jones vuelva a probar el nivel crítico de los 12.000, donde ha dejado un aparente doble suelo. De momento, ayer cerró en 12.300 con una caída del 0,78%. El S&P 500 hizo lo propio con un descenso del 0,8% y el Nasdaq llevó el recorte un poco más lejos, hasta el 0,83%.
El detonante de esta recaída fue la comparecencia de Ben Bernanke en el Congreso. Todo el mundo esperaba que diera el espaldarazo definitivo a la recuperación de Wall Street reafirmando que los tipos van a bajar próximamente, tal como había insinuado en el comunicado posterior a la reunión de la Fed de la semana pasada. En vez de eso, insistió en los riesgos inflacionistas y destruyó esas expectativas.
Tampoco contribuyó al optimismo el dato de pedidos duraderos, que salió mucho más débil de lo esperado y apagó las esperanzas de que el gasto empresarial anulara el impacto de la crisis inmobiliaria en el consumo. Lo peor de todo es que este dato era la oportunidad perfecta para que Bernanke confirmara las bajadas de tipos, lo que hace más dura la decepción con su comparecencia.
El otro gran motivo para la caída de la bolsa fue el petróleo, que aceleró su escalada por encima de 64 dólares alimentado por la crisis de los rehenes británicos en Irán. Esta vez sí es posible que este movimiento sea negativo para la bolsa, al contrario que en los últimos años: hasta ahora, bolsa y petróleo han subido a la vez por la fortaleza del crecimiento mundial; ahora este crecimiento se tambalea y el petróleo sube por factores geopolíticos, lo cual es muy perjudicial para la economía y los mercados.
En otros mercados, el dólar se desplomó frente al yen por la debilidad de los datos en EEUU y por la cancelación masiva de posiciones de 'carry trade': la divisa norteamericana cayó a 116,86 yenes. El euro, sin embargo, se mantuvo estable por encima de los 1,33 dólares. Los bonos también cayeron con fuerza, de forma que su rentabilidad escaló hasta el 4,61%.