Como si del séptimo de caballería se tratara, Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal, acudió ayer en auxilio de los asustados inversores norteamericanos. Porque asustados estaban: la corrección de los últimos días no había sido muy larga, pero sí violenta. Y ya se sabe que, cuando el mercado baja, es imposible saber a priori dónde va a parar.
Por si fuera poco, ayer tuvieron una ración de datos económicos bastante aterradores. El peor, el de pedidos de bienes duraderos, que registró una caída del 8,3%, el doble de lo previsto. El más preocupante, el de confianza del consumidor, que volvió a caer en noviembre cuando se esperaba un repunte. Inesperadamente, el que menos repercusión tuvo fue el más temido a priori: las ventas de viviendas nuevas. Esta cifra mostró el primer crecimiento en ocho meses, aunque los precios bajaron por tercer mes consecutivo, el 3,5% interanual.
Pero entonces llegó Bernanke para detener la caída. El jefe de la política monetaria reconoció que la inflación se está moderando, aunque insistió en que un fallo en esta moderación sería problemático. En todo caso, las declaraciones confirman que la Fed no se plantea más subidas de tipos y que puede pensar en bajadas si las cosas continúan por el mismo camino que hasta ahora.
De esta forma, el Dow Jones cambió las caídas por un alza final del 0,12%, y el S&P 500 llegó al 0,35%. El Nasdaq, sin embargo, no pudo escapar de los descensos y cedió el 0,06%.
La debilidad de las cifras económicas tuvo su reflejo más claro en los bonos, que se dispararon en precio, con lo que su rendimiento bajó al 4,53%. El dólar prosiguió su descenso frente al euro, que alcanzó los 1,32 dólares, y el petróleo se fue casi hasta 61 dólares.
En cuanto a valores concretos, lo más destacado fue el batacazo del 7,7% de Palm, después de dar un profit warning. En el lado positivo, Boeing sumó el 0,7% tras recibir un pedido de Air Berlin.