May quiere un Brexit con comercio libre de bienes, pero no de servicios
- Bruselas ya dijo que vetaría un acuerdo como el que ahora pide Downing Street
Eva M. Millán
Londres,
El Gobierno británico aspira a que la confirmación oficial de su apuesta por un Brexit blando convenza a la UE de flexibilizar su posición, pero la evidente selección de los elementos que le interesa mantener de la relación actual será difícil de vender en Bruselas.
La publicación del esperado libro blanco del divorcio, 98 páginas con las concreciones más específicas desde el referéndum, deparó ayer escasas sorpresas, ya que venía a ratificar las líneas fundamentales pactadas hace una semana en la residencia de Chequers, pero el desarrollo de las mismas pone a Reino Unido ante una complicada negociación en la que no le queda más remedio que ceder.
Ante el reinicio de las conversaciones la semana que viene, el negociador jefe de la UE ha anticipado qué pauta regirá su acercamiento: las directrices acordadas por los líderes comunitarios, las mismas que habían advertido explícitamente de que Londres no podría "elegir" los aspectos que le convienen de su actual vinculación con el bloque, en su calidad de miembro del club. Como consecuencia, proposiciones cruciales como el establecimiento de un "reglamento común en materia de bienes", pero no de servicios, parecen desafiar el veto impuesto por el continente a cualquier selección promovida en beneficio británico.
De esta manera, proyectos como un "mercado común para bienes", o el complejo e inédito modelo trazado en lo que se refiere a tarifas toparán inevitablemente con la resistencia de un bloque que no está dispuesto a aceptar injerencias en su mercado interno, o en las cuatro libertades que rigen su funcionamiento -bienes, servicios, personas y capital-.
Un ejemplo de esta asimetría es el concepto del "territorio combinado de aranceles": el libro blanco propone aplicar los comunitarias a todos los bienes que pasen por Reino Unido, pero, a la vez, defiende la libertad de Londres de estipular tarifas diferentes para aquellos que acaben en suelo británico, una noción que al sur del Canal de la Mancha suena muy parecida a planteamientos que ya habían sido rechazados el pasado año.
Como contrapunto, el documento intenta evitar falsos triunfalismos, una bocanada de realidad en un país en el que la indeterminación de qué implica realmente la salida ha permitido alimentar cuestionables promesas de prosperidad. En numerosas ocasiones, el texto advierte de que no se puede tener todo, una aspiración que militantes del frente antieuropeísta como el exministro de Exteriores Boris Johnson se atrevían a garantizar hasta hace poco. El libro blanco asume como inevitable que habrá más barreras al intercambio comercial de las que existen actualmente y avisa de que, en algunas áreas, Reino Unido saldrá perdiendo.
May ha renunciado finalmente a la apuesta por el "reconocimiento mutuo"
No en vano, los servicios han sido excluidos de este "acuerdo de asociación" planteado por primera vez en el texto difundido ayer, pese a constituir el verdadero motor de la economía británica, en la que acaparan el 80% de la producción.
De hecho, hay sectores que denuncian un Brexit duro en lo que se refiere al sector y representantes del mismo, especialmente los de la industria financiera, han condenado el escrito como un "verdadero golpe".
Así, May ha renunciado finalmente a la apuesta por el "reconocimiento mutuo", por el cual Londres y Bruselas habrían alineado reglamentos de la banca, los fondos de inversión y las aseguradoras.