Membranzas judías en Córdoba
Isabel Gómez
Esas callejuelas sinuosas, decoradas con ventanas llenas de vergel; el olor a guiso recién hecho, de las ollas más antiguas de las abuelas... Y si se sigue caminando, la vista se deslumbra ante la Mezquita Catedral de la que fue capital del Califato Omeya, Córdoba. ¿Quién no se enamora de esta ciudad? Tan mora, tan cristiana, tan judía...
La presencia de las tres culturas monoteístas más importantes del mundo se recogen en este paraíso andaluz, siendo el barrio de la Judería el exponente más claro del epicentro de la ciudad. Aquí también se localiza la Sinagoga, en la calle Judíos, cerca de la plazuela en donde se yergue el monumento a Maimónides, el hombre que en el siglo XII llevó al pensamiento judío a su máximo esplendor.
Y si grandiosa es su belleza arquitectónica, enorme es su gastronomía, la cual no deja a nadie indiferente. El rabo de toro destaca en una verdadera fiesta gastronómica. Miles de restaurantes le rinden homenaje por todos los puntos cardinales de la localidad. Restaurante tras restaurante, las recetas se reinventan, pero sin perder el espíritu y la esencia de tan tradicional cocina.
Bodegas Campos es uno de los restaurantes más emblemáticos de Córboba. Con poco más de una centenario a su espalda, el rabo de toro es una de esas esquiiteces que se deshacen en la boca de aquel que lo prueba. Una miel en los labios para saborear lentamente, mientras la grasa se derrite inundando el paladar. Todo esto, en un enclave privilegiado a escasos minutos de la Catedral.
Pero si el visitante quiere recorrer el barrio judío sin que se le escape ni un sólo rincón, El Caballo Rojo es otro de esos lugares, casi a la vera del río Guadalquivir, donde saciar el estómago con la cultura gastronómica. Con entrada por las calles Deanes y Romero, se encuentra la casa que José García Marín adquirió junto a su esposa para dar un mayor concepto a la pequeña taberna que regentaban con anterioridad. Su raboa de toro dicen que es de los mejores que hay en el mundo. Desde elEconomista sólo nos queda invitar a degustar una exquisita opción de los mejores fogones cordobeses.
Pero para recuperar el cuerpo tras una buena comida regada con un buen vino, nada mejor que pasear por sus calles estrechitas -muy recomendable ver la calle del Pañuelo, con apenas medio metro de ancho- y llegar a lo que fue el epicentro de la vida comunitaria durante los siglos X a XV, las pequeñas plazas, a la cual se accede atravesando estrechas callejuelas.
En el corazón de la Judería se encuentra la plaza Maimónides, donde vivían las familias influyentes del siglo XI. en la actualidad, acoge la sede del Museo Taurino. La Plaza de Tiberiades destaca por la escultura que rinde homenaje a Mateo Ruiz de Olmos, quien representa al filósofo cordobés Musa Ibn Maymun. A menudo, está ambientada por cantautores que se acercan los fines de semana a interpretar sus melodías.
El río Guadalquivir derrama agua y belleza allá por donde pasa, así que en Córdoba no iba a ser menos. La felicidad está en cualquier lugar pero, como decía Lola Flores, "Andalucía esconde todavía muchos paraísos perdidos que hay que aventurarse a descubrir". Hagámoslo.