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El 'Jules Verne', una cena mágica en el cielo de París
París es sinónimo de amor y libertad. Su nombre tiene un efecto similar a un conjuro: al pronunciarlo acude a nuestra memoria la imagen del río discurriendo plácidamente bajo los puentes, los grotescos rostros de las gárgolas de Notre Dame, callejuelas entramadas, bandadas de palomas espantadas por el replicar de las campanas... y la eterna Torre Eiffel alzándose sobre los Campos Elíseos.
Elévate 125 metros sobre el suelo y experimenta la misma emoción vertiginosa de navegar 20.000 leguas en un viaje submarino, volar de la tierra a la luna o marchar en busca de lo inexplorado rumbo al centro de la Tierra. La oportunidad de sentarte en las alturas y comer en las entrañas metálicas de la Dama de Hierro, mirador por excelencia de la capital más bohemia y apasionada del mundo, está a tu alcance.
?Le Jules Verne? es símbolo del romanticismo parisino y de la gastronomía francesa. Este restaurante de ambiente cosmopolita en tonos beige y chocolate, que nos recuerda con facilidad a la cabina de un dirigible, se aloja en el segundo piso de la inmortal Torre Eiffel y deslumbra con su poesía arquitectónica y culinaria a los 120 comensales que cada noche esperan su turno en una cola kilométrica de estómagos rugientes. El restaurante, fiel a un perfeccionismo exacerbado, ha cuidado hasta el menor de los detalles para garantizar a sus clientes unas horas de evasión y tranquilidad entre las nubes: desde platos preparados en su punto hasta el control de peso del mobiliario y las instalaciones, lo que les llevó a suprimir la zona del bar y reducir el espacio de la cocina a 45 metros cuadrados para asegurar una mayor estabilidad.
A pesar de que su precio no es precisamente económico (oscila entre 85 y 200 euros), la lista de reservas es alargada, y conviene llamar con varias semanas de antelación para garantizar una mesa preparada. Sorprende a tu pareja con una velada inolvidable regada por una fuente de vinos que no dejan de manar y vistas sobre el entramado de barrios parisinos que cambian dependiendo de la orientación de los comedores: el 'Trocaderó', el 'Branly' y 'Champs de Mars'. Sin embargo, todas ellas tienen en común la maravilla de contemplar la Ciudad de la Luz encendiéndose como una alfombra de luciérnagas extendida a tus pies.
Resulta difícil apartar la vista para fijarla en el menú, pero tras unos minutos de embeleso es imposible ignorar por más tiempo la llamada del hambre. Devorarás con la mirada las propuestas culinarias redactadas por Pascal Féraud, discípulo del mago de los fogones Alain Ducasse, que derrocha sus conocimiento de la gastronomía francesa empleando los mejores productos de sus regiones. Sus platos son la prueba de que el arte de la seducción francesa se vive en todos los rincones de esa tierra y revestido de todas las formas posibles, incluso entre sartenes y cacerolas. Déjate conquistar por una ración de espárragos verdes de Provenza con mousse de trufa y langosta francesa con ensalada de manzana maredada por los excelentes Champagne, Borgoña y Burdeos que sirve generosamente el somellier.
Pero la mayor ebriedad es la de esta atmósfera de ensueño que te rodea por todas partes liberándote de las preocupaciones diarias, volviéndote ligero como una pluma. Es la fiebre de la bohemia parisina, el espíritu de Alexandre Dumas, Victor Hugo y Honoré de Balzac envuelto en el son constante de Notre Dame. Una sensación divina concentrada en un local íntimo, elegante y sumamente inspirador con un gen de irrealidad.