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El Memorial de Manhattan: once años 11-S
Alguien dice "11-S", y todos recordamos con un golpe en el alma. El día que temblaron cielo y tierra, el día que ardieron las nubes y una tormenta de humo y ceniza se abatió sobre la ciudad de los rascacielos. El día en que, ante los ojos de aterrorizados neoyorquinos, dos aviones chocaron contra las Torres Gemelas, explotando en sus entrañas y derribándolas por los suelos.
Un atentado que golpeó el mundo con la fuerza de un millar de terremotos cuyas réplicas resuenan en el tiempo.
Ayer se cumplió el primer aniversario del Memorial 11-S, un monumento levantado en la antigua y estremecedora Zona Cero donde hace once años se erigían orgullosos los edificios del World Trade Center. Pétalos de rosa para intentar cubrir la espina de una tragedia que se ha enquistado en los corazones de todas las personas. Ni su conmovedora belleza, ni el agua serena de los estanques, ni las lágrimas de los visitantes han podido borrar en estos doce meses el aura de dolor, vacío y silencio que envuelve el sitio como un perfume y se graba en la memoria como una huella indisoluble.
El diseño es el fruto de una colaboración entre el arquitecto Michael Arad y la firma Peter Walker and Partners, seleccionado en una competencia internacional en el que se disputaron el honor artistas de 63 países. En los planos no se veía un imponente rascacielos de diseño futurista que destacara entre sus hermanos de la Gran Manzana. De hecho, apenas lograrás encontrarlo a ras de suelo a no ser que sepas de antemano dónde está. Sin embargo, su construcción fue uno de los proyectos más significativos de la ciudad de Nueva York, que organizó una fundación sin ánimo de lucro para volcarse en las obras en cuerpo y alma.
Este panteón abierto bajo los rascacielos de Manhattan transformó la tierra yerma cubierta de sangre y cenizas en dos lagunas de agua serena soterradas unos 70 pies bajo el nivel del suelo, ocupando el espacio original de los cimientos de las torres, y un gran bosque de robles blancos. El conjunto se halla rodeado por unos paneles de bronce donde se cincelaron los nombres de las personas que perecieron en el atentado, como los murales donde graban el nombre de los soldados y los héroes de guerra que perecieron en batalla y que levantan a las afueras de los cuarteles o en las plazas. Solo que en este caso, estos 3.000 fantasmas no luchaban contra nadie ni les dieron la posibilidad de defenderse.
La entrada es gratuita, pero se someterá a una estricta y férrea vigilancia. Resulta conmovedor el cuadro de un visitante apoyándose sobre el muro de los nombres, como si vida y muerte chocaran las manos. El Memorial se une así a otros monumentos, como el Museo del Holocausto de Berlín, erigiéndose lugar de peregrinación para aquellas familias rotas que desean visitar la tumba de quienes perecieron en el brutal atentado, cuyo recuerdo jamás dejará de estremecer al mundo. Una fecha, una mancha, para la eternidad.
El Memorial, al que aluden frecuentemente como un espacio "donde reflexionar sobre la ausencia", recibe decenas de visitantes y ramos de flores al día, consiguiendo así que los errores del pasado no se olviden y animando a meditar sobre la paz y la locura, la crueldad y la humanidad.
Un emotivo y compasivo homenaje para las víctimas y sus familiares, que por fin, después de tantos años, ya tienen un lugar para llorarles.