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¿Comemos en un contenedor?
El ritmo de vida londinense es tristemente famoso por su ajetreo y por obligar a trabajadores y empresarios en la media hora que tienen para comer a recurrir a lo primero que tienen a mano.
Pero la rutina no implica necesariamente terminar ahogando los rugidos del estómago en el fondo de un cubo de fish and chips, alitas de pollo o backed beans, o en la temperatura frigorífica de un sandwich. El primer Boxpark, ubicado en la zona este de Londres, da la bienvenida a un abanico de opciones de comida saludable y barata disponibles en la barriga de unos contenedores industriales convertidos en restaurantes.
La primera impresión que causa su aspecto a menudo es desfavorable, pero la realidad que bulle en su interior es totalmente opuesta a lo que creemos: nada de comida basura en la basura. Los contenedores-restaurante de este centro comercial están limpios de ratas, cumplen con todas las condiciones higiénico-saludables y se han convertido en un destino muy frecuente para los gourmets más alternativos de la capital londinense que, debido a la vara de hierro del horario laboral, sólo disponen de un breve paréntesis de tiempo para comer. Pero no sólo a ellos está destinado este edificio. El proyecto, nacido de la mano del empresario Roger Wade y que empleó en su construcción un alto porcentaje de materiales reciclados, contiene además un buen número de tiendas de ropa repartidas entre los dos pisos y los cerca de sesenta contenedores que componen el conglomerado.
Tiendas de apariencia sencilla en las que los trendsetters pueden descubrir un auténtico tesoro en ropa de marcas como Puma, DG, Lacoste, Calvin Klein o Levi´s alternando con pequeñas boutiques que acaban de despuntar en el mercado y a las que les resulta muy difícil, en estos momentos de inicio adherezados por la crisis, posicionarse o pagar un elevado alquiler por un establecimiento. Los propietarios firman un contrato de alquiler de precio asequible por cinco años, y si cuando ese periodo concluya no quedan satisfechos con el establecimiento o la ubicación, o su status económico ha mejorado y quieren expandirse a nuevos horizontes, pueden optar por no renovar, hacer el equipaje y marcharse a probar suerte en otros lugares.
Uno de los puntos fuertes de la estrategia de Roger Wade ha sido la ubicación en uno de los barrios más trendy de la capital. Rodeado de arte urbano, tiendas de diseño y bares, lo coloca irremediablemente en la ruta de una de las arterias más fluidas de la ciudad e, inevitablemente, en el foco de atención de los paseantes. Además, la discreción y las tonalidades oscuras de la estética del edificio contribuyen a enfocar la atención hacia los luminosos escaparates de las tiendas y los restaurantes, pequeños escenarios fantásticos.
La sostenibilidad, la limpieza y la sencillez de las celdas comerciales que ofrecen a los propietarios para implantar la semilla de su negocio (lo que les permite liberar a raudales la imaginación y decorar sin ningún problema su tienda o cafetería a su gusto) unidas a la economía de los precios que ofrecen lo convierten en la primera opción de compradores y ociosos a la hora de planear una tarde de shopping around sin temer que se abra por arte de magia un nuevo agujero en el bolsillo.
(imágenes e información: www.boxpark.co.uk)