Pymes y Emprendedores

Cuerpos 10, napolitanas y pelo suelto



    El otro día se quejaba una conocida mía de la última portada de Vogue Francia con la escultural Giselle Bündchen haciendo lo que mejor sabe hacer: lucir palmito. "Es insultante. ¡Y yo desayunando una napolitana!", decía. Yo, que creo que la de Horizontina rompe con los tópicos de guapa sin materia gris (lleva años siendo la modelo mejor pagada del mundo, Forbes dixit, y por si acaso se ha hecho empresaria), recurro siempre a aquel eslogan de los años 90 de The Body Shop que decía: "Somos 3.000 millones de mujeres en el mundo y solo 8 son supermodelos". Vamos, que hay que comerse una napolitana con placer y no vivir pendiente de los malditos dos litros de agua y las ocho horas de sueño que nos venden como fórmula mágica para conseguir ser la novena top.

    El mismo día en que a esta conocida se le atragantaba la napolitana, El País se hacía eco de la liberación de Hillary Clinton. De cómo ha decidido soltarse el pelo -en el doble sentido, literal y figurado- y vestir y aparecer en comparecencias públicas como le dé la real gana. Vamos, que piensa comerse todas las napolitanas que le apetezcan, entre otras cosas, porque las explicaciones solo ha de darlas por los éxitos, fracasos y decisiones que conlleva su trabajo como secretaria de Estado.

    Desde aquí manifiesto mi absoluta admiración por ella. Es un ejemplo para el maldito tópico de señora-puedo-con-todo que nos empeñamos en publicar los medios. La que duerme ocho horas, la que bebe dos litros de agua al día, siempre perfectamente depilada, siempre bien vestida, con una capacidad de entrega intensa a todo: su trabajo, su familia, su vida personal. Maldita sea, eso no existe. A ver cuándo aprendemos.

    Hillary Clinton ha decidido que las arrugas no son sino la muestra de que el paso del tiempo es igual para todos, que no está obsesionada con su aspecto -porque ellos no lo están, entre otras cosas- y que los que convierten su aspecto en asunto de debate y casi de Estado es porque tienen mucho tiempo libre. Y en el caso de los medios, muchas ganas de hacer audiencia. Hambre que me está entrando.