La mayoría de las acciones de formación se realizan en grupo por una obvia cuestión de optimización de recursos y esfuerzos. Sin embargo, a menudo esa manera de proceder oculta un hecho tan importante como obvio, y es que cada ser humano aprende de una manera diferente.
Una persona puede perfectamente aprender algo escuchando o leyendo. Sin embargo, con toda seguridad, a su lado habrá otra que necesita relacionarse con la realidad de forma gráfica y que, por tanto, no acabará de comprender hasta que no vea un esquema o una ilustración. A su vez, junto a ella habrá otra persona que necesite practicar lo que está aprendiendo, puesto que hasta ese momento no tendrá la sensación de que realmente lo ha captado. Una persona más, en la misma aula, sentirá la necesidad de dialogar con sus compañeros sobre el objeto de aprendizaje, a fin de resolver sus dudas y preguntas.
Unos aprendemos más bien solos, y otros más bien en grupo, algunos somos de números, otros de letras y otros de imágenes. Hay quien es capaz de concentrarse durante largo tiempo en una misma tarea de aprendizaje, y también quien necesita cambiar constantemente de actividad. Hay personas que son capaces de resumir hasta el infinito, quedándose con una o dos ideas de toda una mañana de formación, mientras que otras son capaces de hablar durante toda una mañana a partir de dos simples ideas. Hay quien no comprende el aprendizaje sin diversión y juego, y también quien considera que la formación es el asunto más serio del universo. Y así hasta el infinito.
La consecuencia inmediata de este hecho es que en el diseño de procesos de formación ha de incorporarse la diversidad, como imperativo obvio del éxito. Si después de un tiempo determinado una persona siente que lo que está ocurriendo en un aula (real o virtual) no tiene nada que ver con su estilo de aprendizaje, lo más probable es que se desmotive, que no aprenda nada, o que no aprenda todo lo que podría haber aprendido.
Por ese motivo una clave ineludible de la formación es la creación de agendas ricas y variadas, en las que se pueda llegar a diferentes estilos de aprendizaje con actividades diversas: unas individuales, otras en grupo, algunas con letras o números, otras con imágenes y unas muy serias, pero otras muy divertidas. Solo así todos los participantes se sentirán integrados y, lo que es mucho más relevante en relación con el fin que se pretende, aprenderán de verdad