Cuando un buen comunicador se dirige a un auditorio se produce una monumental intersección. Una colisión productiva entre su manera de ver el mundo y la del auditorio. Y es un error pensar que es el comunicador el que más aporta. Las buenas conferencias lo son porque logran inspirar el pensamiento del auditorio y movilizar su conciencia desvelando intuiciones y sugiriendo itinerarios.
Ya hace mucho que dejamos de creer en que hablando a una persona se puede incrementar sustantivamente su conocimiento o sus competencias. Sin embargo, la comunicación sigue siendo una de las herramientas más poderosas de la interacción entre personas. Y una de sus fundamentales bondades es que sirve para inspirar.
La inspiración es lo que hace que una persona produzca de forma natural, sin apenas esfuerzo. Es una fuerza que nace de dentro de cada uno y que le ilusiona y le moviliza para fijarse objetivos y conseguirlos. Posiblemente uno de los fenómenos que tienen mayor capacidad para inspirar es lo que llamamos intersección. La intersección es la frontera entre disciplinas, es lo que ocurre cuando un físico, con mente de físico, se deja conmover por una melodía, y lo que ocurre cuando un músico, con mente de músico, comprende la estructura molecular de la materia. En ese espacio entre conocimientos diversos surgen visiones, interrogantes y emociones que disparan la creatividad y mueven a la acción.
La auténtica comunicación es la que genera inspiración.