Los errores nos hacen daño porque en nuestra cultura está insertado un modelo de autoestima condicional. Es como si tuviéramos nuestra autoestima atada a una piedra y la lanzáramos hacia arriba. En su subida la piedra simboliza nuestros éxitos, las cosas que hacemos y que nos hacen subir, crecer profesional y personalmente. Pero como todos sabemos el efecto de la gravedad es inevitable, así que al cabo de un tiempo la piedra invierte su trayectoria y comienza a bajar. Esa bajada simboliza nuestros fallos, las cosas que hacemos que nos transmiten una sensación de fracaso, de caer al suelo. Después de la caída recogemos la piedra y la volvemos a lanzar hacia arriba, y con ella nuestra autoestima sube. Pero luego vuelve inevitablemente a caer, y con ella nuestra autoestima.
El ciclo natural de las cosas implica que hay aciertos y fallos, subidas y bajadas, tan cierto como que la gravedad actúa sobre la materia. Lo que falla en el modelo es que la autoestima esté atada a ellos, y tenga que subir o bajar cada vez que triunfamos o fracasamos. Nuestra autoestima debería ser incondicional y permanecer aislada respecto a esos ciclos cambiantes.
Porque uno no es las cosas que hace: uno es quien es independientemente de las cosas que hace.