Una de las ideas que conviene conocer es que el nivel de felicidad de una persona depende fundamentalmente de tres factores: en primer lugar, un determinado nivel basal de felicidad que cada persona tiene y que es genéticamente determinado. En segundo lugar, lo que la persona hace por ser feliz. Y en último lugar, el influjo de las circunstancias que rodean a la persona.
El primero de estos factores, el nivel basal, es responsable de la mitad de nuestro nivel de felicidad. Pero lo que es sorprendente es que, según la investigación, la actividad intencional, lo que la persona hace por ser feliz, tiene un impacto cuatro veces mayor que las circunstancias sobre el grado en el que la persona es feliz. Así pues, dado un determinado nivel basal, es muy posible que si nos empeñamos en ello realmente consigamos ser más felices.
Un enemigo natural de la felicidad que nos causan las buenas noticias es la adaptación hedónica, es decir, el retorno a nuestro nivel basal de felicidad tras un episodio feliz. Lo que, según la investigación, hay que hacer, es variar la forma en la que normalmente llevamos a cabo actividades que nos producen bienestar, para no acostumbrarnos al disfrute que producen.
Otra manera de incrementar la felicidad es a través de la conciencia. Sabemos que los pensamientos, es decir, el contenido de nuestra conciencia en un momento dado, es uno de los más importantes generadores de emociones, tanto positivas como negativas. Por tanto es importante evitar que lo que pensamos nos produzca emociones negativas, y aumentar al máximo la frecuencia de los pensamientos que producen emociones positivas. En este empeño, la agilidad emocional es sin duda un gran aliado, y traer a la conciencia una y otra vez lo positivo de una vivencia pasada, también.
Por último, según muestra la investigación, la presencia de sentido en la vida tiene una correlación positiva con la felicidad y con sentimientos positivos, y una correlación negativa con depresión y sentimientos negativos. Por tanto encontrar significado en lo que hacemos, intentar que nuestra existencia tenga un propósito, y buscar respuesta a nuestras preguntas vitales son también claves para una mayor felicidad.
Es posible ser más felices: así de simple.