En un mundo digital hiperconectado es cada vez más frecuente que las organizaciones y proyectos incorporen el talento allí donde se encuentra. Una consecuencia de ello es que, cada vez más, los equipos estarán constituidos por profesionales que provienen de distintos puntos geográficos, culturas y lenguas. El trabajo colaborativo en contextos de diversidad comienza a ser más la norma que la excepción.
Los beneficios de una adecuada gestión de la diversidad son múltiples. Así por ejemplo, la mayoría de los ejecutivos hoy día piensan que una plantilla diversa les ayuda a generar valor para una mayor variedad de clientes y mercados. El motivo es muy simple, y es que una plantilla donde abunda la diversidad es sensible a las necesidades y forma de ver el mundo de una variedad más amplia de clientes y potenciales clientes. Como es lógico suponer, estos ejecutivos piensan que la diversidad enriquece el talento de la organización y por tanto es una fuente de ventaja competitiva.
La primera lectura de este fenómeno es que las organizaciones tienen que aprender a gestionar todo tipo de diversidades, pero la segunda es que los profesionales tendrán también que desarrollar las competencias necesarias para trabajar colaborativamente en entornos diversos. Con el tiempo, esta habilidad será simplemente una más de las obligatorias en cualquier profesional.
La adecuada gestión de la diversidad comienza a ser un imperativo.