Los continuos cambios en el mercado están revolucionando la manera en que las organizaciones generan valor. En un mundo basado en la información, el contenido ya no se encuentra solamente en los lugares clásicos, sino que se ha descentralizado y está por todas partes. Por otro lado, la educación superior está gravitando claramente hacia una mayor responsabilidad por parte del estudiante, que es el profesional del mañana. La conclusión de todo ello es clara: la autonomía en el aprendizaje es un valor en alza.
Esto posiblemente no sea cierto para el desarrollo de habilidades, sobre todo las directivas, ni para las competencias de cierta complejidad, pero en el resto de los casos es cada vez más necesario que los profesionales sepan navegar en el universo informativo que les rodea para aprender por sí mismos. Esto implica el despliegue de otras competencias, entre ellas identificar qué es lo que necesitan aprender, dónde encontrarlo, saber cómo aprenderlo y por supuesto poder autoevaluarse.
Ya no podemos confiar en que siempre habrá alguien que notará nuestras carencias y hará esfuerzos por solucionarlo. En un mercado en creciente competencia, debido fundamentalmente a la globalización, aquellos profesionales que, a la formación que reciban en sus organizaciones, añadan otro tanto por sí mismos, tendrán muchas más posibilidades de crear valor, de desarrollarse plenamente y, consecuentemente, de lograr sus objetivos profesionales.
La autoformación es ya una competencia imprescindible.