Aunque estemos acostumbrados a identificar la palabra éxito con el dinero, el poder o la fama, lo cierto es que según el diccionario lo que significa fundamentalmente es un resultado feliz. Desde esa óptica, el éxito es algo que persigue cualquier persona, porque a cualquiera le gustaría que sus planes tuvieran un final feliz. La búsqueda del éxito es por tanto una de las aspiraciones naturales del ser humano, y siempre merece la pena intentar averiguar cuales son sus claves.
Últimamente han surgido muchas reflexiones solventes sobre este tema. Quizá una de las más influyentes haya sido Outliers, de Malcom Gladwell, que se dedicó a investigar qué es lo que diferencia a los que llamamos individuos fuera de serie del resto de las personas. Talent is overrated, de Geoff Colvin, recogía algunos de los descubrimientos que explican por qué algunas personas muestran un rendimiento por encima de la media. En líneas complementarias están también The 8 Traits Successful People Have in Common, Change Anyhing, o The Art of Doing. Se han publicado también reflexiones sobre los niños, que proponen cuáles son las habilidades que todos ellos deberían aprender para tener éxito en la vida. En este grupo, además del enfoque Life Skills, ya clásico, de la Organización Mundial de la Salud, está la obra de Ellen Galinsky Mind in the Making.
Y una y otra vez los resultados de esas investigaciones y reflexiones muestran lo mismo: el éxito, en la mayoría de los casos, no depende fundamentalmente de la genética, de la suerte, y a veces ni siquiera de los recursos a nuestro alcance. Depende de una serie de habilidades que algunas personas tienen y que les hacen avanzar constantemente hacia sus objetivos hasta que consiguen lo que se proponen. La buena noticia, es que esas habilidades se pueden aprender.
El éxito no está en lo que somos, sino en lo que hacemos.