Tener claro lo que uno quiere no es una tarea fácil. Entre otras cosas porque para saber lo que queremos hace falta saber dónde estamos, y eso tampoco es tarea sencilla. De hecho la capacidad de estar en nuestro sitio es una de las competencias más difíciles de desarrollar. Porque estar en nuestro sitio significa saber qué se nos pide y qué podemos aportar. Hay padres que prefieren jugar el rol de amigos, amigos que quieren ser parejas, parejas que se vuelven socios, socios que quieren ser jefes, y jefes que nunca están donde deben estar.
Cada rol tiene docenas de posibilidades de ser representado, tantas como cuadritos hay en la hoja cuadriculada de un bloc. Y eso ocurre en todos los roles vitales, y desde luego en los profesionales. Resulta fácil imaginar que una empresa requiere que cada persona esté correctamente ubicada en su rol. Los problemas suelen venir cuando a lo largo de todos los puestos el análisis revela que hay personas fuera de su sitio. Por ejemplo, nadie quiere jugar roles de apoyo o nadie quiere tomar decisiones. Los cuadritos inesperadamente vacíos representan debilidades de la empresa, espacios que nadie llena. Y eso ocurre a pesar de los importantes esfuerzos que las organizaciones invierten en el análisis y definición de puestos: al final nada escapa a la sorprendente y tozuda tendencia de la mente humana de conducirse a su manera.
A veces hay reuniones en las que alguien clarifica algo de forma muy exacta, y sin embargo hay quien sale de la reunión convencido de otra cosa, por ejemplo porque piensa que tiene más información o porque simplemente no apoya tal o cual idea.
Fijar objetivos comunes dista mucho de ser una tarea trivial.