Estamos tan acostumbrados al término red social que cuando lo escuchamos instantáneamente pensamos en Linkedin o Twitter. Pero lo cierto es que es un concepto que existía mucho antes, y que simplemente definía las relaciones que existen entre las personas. Y pensábamos que sabíamos mucho sobre ellas. Sin embargo, el trabajo de Christakis y Fowler ha abierto la puerta a una forma de estudiar las conexiones humanas que está revelando fenómenos sorprendentes. Por ejemplo, la relación que existe entre las relaciones personales y la felicidad.
Últimamente se han elaborado modelos matemáticos que muestran que, como la conducta es contagiosa, los seres humanos nos influimos unos a otros a través de las conexiones sociales. Uno de sus principios es que una conducta deja sentir su influencia hasta tres grados de separación. Y esto se observa en cuestiones tan complejas pero tan vitales como la felicidad. Así, si una persona está a tres grados de separación de otra que es feliz, su probabilidad de serlo es de un seis por ciento mayor. Y si son solo dos grados, la probabilidad aumenta hasta un diez por ciento. Pero si la conexión es directa, la cifra se incrementa hasta un quince por ciento. Esta increíble propagación de la felicidad se intensifica en las distancias cortas: si una persona tiene un amigo feliz que vive a menos de dos kilómetros de distancia, su probabilidad de ser feliz es de un veinticinco por ciento mayor. Por extraño que parezca, estos estudios se han hecho con poblaciones amplias, de hasta diez mil personas, y sus resultados parecen establecidos.
Como siempre, los amigos que realmente cuentan son los de verdad. Sobre todo los que están cerca.