Resulta muy interesante cómo a veces utilizamos distracciones para realizar tareas en las que en realidad deberíamos concentrarnos. Por ejemplo, hay muchas personas que van al gimnasio aún sin gustarles la práctica deportiva porque sienten que lo necesitan, o que es bueno para su salud. En estos casos es necesaria una dosis extra de fuerza de voluntad para implicarse en los ejercicios, porque cuestan un esfuerzo que nuestro cuerpo no comprende bien debido a que sus beneficios son a largo plazo.
Lo interesante del caso es que en ocasiones estas personas utilizan un reproductor musical, o bien una pantalla de televisión, o simplemente la música de ambiente para distraerse, cuando una mayor focalización produciría seguramente mejores resultados. Y de ahí la pregunta: ¿por qué buscamos distraernos de las cosas que necesitamos hacer?
Este fenómeno se observa en muchas otras ocasiones: hablamos por el manos libres en el coche cuando en realidad deberíamos estar centrados en la carretera para evitar accidentes, consultamos nuestro smartphone cada vez que suena al tiempo que escribimos un informe que requeriría una mayor atención, escribimos emails mientras al otro lado del teléfono una persona nos cuenta algo importante, y así sucesivamente.
Estar a lo que tenemos que estar es más difícil de lo que parece.